“La gente miente; y miente mucho”; con estas palabras, la Secretaria de Salud del Municipio de General Pueyrredón se refería a las dificultades para seguir los contactos estrechos de las personas que resultan con hisopados positivos de COVID-19. Lo hizo durante un reportaje radial cuando todavía no se conocía el derrotero del ciudadano cordobés que llegó a la ciudad mintiendo su identidad y estando contaminado. Y tenía razón. Todos mienten y todos tienen algo de razón.

A veces, la mentira resulta verdadera y la verdad se cae como castillo de naipes. Las primeras “mentiras verdaderas” surgen en las teorías conspirativas acerca del origen de la pandemia. Los formadores de esas teorías presentan “pruebas científicas” basadas en videos caseros y supuestas investigaciones de centros científicos con nombres muy convincentes, pero currículum muy dudoso. El virus puede ser una mutación natural o puede ser una mutación a consecuencia de una exposición a algún factor ambiental. ¿Los chinos mienten? Podría ser; pero ellos también se animaron a acusar a EE.UU de haber inoculado el virus en su nación. Entonces… ¿Quién miente?

El virus se trasmite por el aire… pero no; bueno, sí. Así se maneja la OMS respecto de la necesidad o no de mantener el distanciamiento social y el uso de tapabocas. La realidad es que la evidencia contradice a la física; o sea: no debería, pero parece que lo hace. ¿Es incompetencia? No. Estamos frente a un virus que se está estudiando mientras está matando. Los factores físicos y ambientales que condicionan la aerosolización (en criollo: poder mantenerse en el aire) de una sustancia. En la calle, el paso de un automóvil genera que el polvo que está sobre el asfalto se dispare hacia arriba; si el virus está en él, caerá como llovizna invisible sobre nuestras cabezas y ropas. La epidemiología dice que eso, y otros fenómenos comunes (como el viento), están influyendo para contradecir a la física.

“Nos esconden los casos”, dicen unos; “ahora todos se mueren por coronavirus”, dicen otros. La realidad es que los protocolos de testeo van variando en función de diferentes factores: la disponibilidad de los reactivos y laboratorios, los resultados que van dando esos testeos y la cantidad y distribución de los casos positivos. La aparición de laboratorios privados, complican el recuento de casos. Estos laboratorios no tienen la obligación de denunciar los resultados negativos; sí los positivos (que deben ser corroborados por laboratorios oficiales). Esto genera mucha desinformación porque los medios de comunicación se nutren de fuentes variadas, que no son necesariamente las que tienen todos los datos.

No se pueden esconder casos: no tendría sentido y derivaría, inevitablemente, en una diseminación incontrolable de la enfermedad. Si bien bajaron drásticamente las infecciones respiratorias en general, a diario hay gente que se sigue muriendo de neumonías por otros gérmenes, de ACV y  enfermedades cardiovasculares y, sin embargo, no se “inflan” las estadísticas.

“En la ciudad hay circulación comunitaria y no lo dicen”, por un lado; “si el virus estuviese en la calle, estaríamos incendiados como AMBA”, por otro. El virus está en la ciudad. Es evidente que no circula tan fácilmente como en un área metropolitana que nos supera 20 veces en cantidad de habitantes; pero está.

Las estadísticas oficiales (SISA) muestran claramente el ascenso de casos y, luego de muchas semanas, hemos tenido un nuevo fallecido. ¿Estamos cerca del colapso? Todo indica que no. ¿Había casos no informados antes de los focos recientes? Seguramente que sí. El protocolo de seguimiento y el de los retenes dejaron bastante que desear hasta que aparecieron los casos más resonantes. El protagonismo casi exclusivo de un
laboratorio privado genera muchas suspicacias. La necesidad política y económica de mostrar una ciudad “segura y limpia” fue muy evidente en las manifestaciones de los funcionarios locales y los medios de mayor circulación. ¿Se les “escapó la tortuga”? No. El virus hizo su juego y logró expandirse en lugares cerrados. Además, el miedo jugó su parte: la gente dejó de mentir tanto…

La curva ascendente (aunque no tanto como en otros países) de casos y fallecidos en AMBA genera preocupación en funcionarios y ciudadanos. El miedo a perder elecciones y ganancias económicas fue reemplazado por el miedo a perder electores y clientes; y el miedo a ser señalado  como responsables. El miedo a ser señalado como “el infectado de la cuadra” o a perder un trabajo, le dejó su lugar al miedo a que la salud individual y familiar se complique. Como consecuencia: el municipio se mueve más y mejor; los medios y comerciantes son más cautos
al momento de “desacreditar” los casos; y las personan cuentan con mayor facilidad sus movimientos y contactos.

¿Cómo seguimos?
Es fundamental que la gente tenga confianza en las estadísticas. La cantidad de fallecimientos y de camas ocupadas son las varas que nos pueden mostrar las tendencias en cada lugar. En AMBA nunca se superaron los 100 fallecimientos diarios y la ocupación de camas de UTI (por todas las patologías, no solo coronavirus) está apenas arriba del 50%. Esto indicaría una meseta que se estabilizó con la vuelta a Fase 1; habrá que ver qué sucede con esos números cuando se salga de esa Fase. Ojalá ya empiecen a descender.

En Mar del Plata, será necesario insistir con el DISTANCIAMIENTO SOCIAL y la HIGIENE. Es vital que NADIE SALGA DE SU CASA, SI NO ES NECESARIO; si lo es, USAR BIEN EL TAPABOCAS (cubriendo nariz, boca y mentón), LAVARSE LAS MANOS (todas las veces que sea necesario) y DESINFECTAR TODO LO QUE VIENE DE AFUERA DE CASA (lavar la ropa, limpiar el calzado, repasar las bolsas de compras y sus contenidos con lavandina o alcohol).

No tener miedo

La mentira es hija del miedo. Y la mentira suele complicar más que solucionar las cosas. Hay que autoevaluarse (con o sin la aplicación CuidAR). Hay que preguntar cuando existen dudas. Hay que pedir asistencia si uno tiene síntomas o fue un contacto estrecho de alguien confirmado. Hay que auto aislarse si se duda de la propia condición. Hay que denunciar, si no tenemos respuestas.

GUILLERMO ALBERTO BALTAR
Médico
MN: 89.835 MP: 111.058
Médico en el SAME GIE (SIES) VIII
Médico de Cabecera de PAMI
Docente y Capacitor en Seguridad e Higiene