Sufrió un paro cardiorespiratorio en la casa de Tigre en la que se había instalado tras haber sido operado de un hematoma subdural. Conmoción mundial.
Y un día ocurrió. Lo que el mundo del fútbol rezaba para que no sucediera nunca, finalmente ocurrió. Se nos fue Diego. Un paro cardiorespiratorio le quitó la vida a los 60 años. Estaba en la casa de Tigre en la que se había instalado tras haber sido operado de un hematoma subdural el pasado 4 de noviembre. Y esta vez, a diferencia de aquella, no hubo manera de salvarlo.
Se nos fue Diego, y con él se llevó al fútbol. Porque ya nada será igual. Nunca más. La muerte del Pelusa marca un antes y un después. Y el golpe retumba en todas las latitudes.
Noviembre había sido difícil desde principios de mes, con la internación en un sanatorio privado de La Plata y el posterior traslado a la Clínica Olivos para afrontar la intervención quirúrgica en la cabeza. El éxito de la cirugía fue un alivio parcial. Le esperaba una difícil recuperación. El corazón no le aguantó.
Cuatro ambulancias se acercaron de urgencia a la casa del barrio San Andrés, ubicado entre Nordelta y el complejo Villa Nueva, en el límite entre Tigre y Escobar. Pese a la celeridad con la que arribaron ya era demasiado tarde: Diego Armando Maradona había fallecido.
Campeón del mundo con la Selección en el Mundial de México 86, nos representó no sólo en la cancha sino también afuera de ella, en donde se mostró siempre auténtico, con sus virtudes y sus defectos, pero siendo siempre Maradona.
Ole