La posibilidad de producir más de cuarenta especies de fruta es uno de los principales atractivos que ostenta “Frankenstein”, una curiosa creación de Sam Van Aken, profesor de Arte en la Universidad de Siracusa, en el estado de Nueva York, Estados Unidos.

El inventor contó con la ayuda de un calificado equipo de biólogos y agricultores, quienes aportaron sus conocimientos sobre el injerto de brotes de distintas plantas.

De acuerdo al tiempo de crecimiento de cada variedad, el árbol cambia constantemente de color y de aroma.

El común denominador de los componentes esenciales es que, en todos los casos, se trata de plantas “de hueso”, es decir, que se sostienen en un tronco o ramas.

Hasta ahora, una veintena de Frankenstein fue plantada en museos de arte, campos universitarios y terrenos privados de Estados Unidos.

La primera etapa de preparación conjuga unos veinte tipos de fruta, a la que sigue una poda y el agregado de otras tantas variedades.

El multifacético árbol concibe diferentes combinaciones, ya que el proyecto de Van Aken utiliza más de 250 variedades de fruta.

Por ese motivo, el público tiene la posibilidad de apreciar modelos diferentes de Frankenstein en Arkansas, Kentucky, Maine, Massachusetts, Nueva York, Pensilvania y Nueva Jersey.

“Lo veo como una obra de arte, un proyecto de investigación y una forma de conservación. Es escultura a través de injertos”, definió su trabajo más trascendente Van Aken, cuyo principal objetivo apunta a lograr “el árbol de las cien frutas”.

Para poder concretar su iniciativa, el docente se encargó de rescatar el valioso patrimonio vegetal de un huerto de la Estación de Agricultura Experimental de Nueva York, una vez que se enteró que iba a ser demolido, después de 150 años de actividad

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