Al sur de Mar del Plata, falta asfalto y sobran problemas. En el Barrio Jardín de Peralta Ramos, la accesibilidad es una cuestión seria que complica la vida de vecinos y visitantes, al igual que los pozos, habitualmente llenos de agua, los árboles caídos y los microbasurales, que, en el peor de los casos, impiden la llegada de ambulancias y patrulleros.
Para varios de sus residentes, la parada más cercana de colectivo está recién a unas once cuadras, pero, antes de llegar al medio que utilizan para viajar a trabajar o a la escuela, deben saltar una serie de obstáculos, poco divertidos porque no hablamos de un juego, sino de la vida real.
A eso se suma que cuando llegan a casa muchas veces no hay agua, luz o una persecución de inseguridad marcó la agenda de la tarde. Sucede que solo hay dos vías de acceso urbanizadas, las dos calles principales, y luego hay pasos peatonales, no señalizados, que, con frecuencia, usan delincuentes como vía de fuga después de cometer un ilícito.
Daniel Machado, presidente de la Asociación Vecinal de Fomento del Jardín de Peralta Ramos, considera que la mayoría de los problemas del barrio son consecuencia de la falta de mantenimiento, porque, en un comienzo, había espacios verdes acondicionados, cañerías para las corridas de agua y las vías principales contaban con un mejorado de asfalto.
“En nuestro barrio la accesibilidad es un problema porque no hemos tenido un mantenimiento adecuado, ni se hicieron obras para sanear lugares como el de la calle Einstein y Jorge Newbery, donde cada vez que cae lluvia intensa se genera una laguna enorme que imposibilita a las personas de salir de sus viviendas, aproximadamente a diez familias, sino además corren riesgos de que se les inunde las casas. El barrio sufre cada vez que ocurren este tipo de cuestiones”, explicó en diálogo con elmarplatense.
“En el resto de las calles, tampoco contamos con buenas vías de acceso. No han tenido la incorporación de material y tampoco contamos con pluviales u otro tipo de servicio público que ayudarían a su mantenimiento”, manifestó y destacó que “los pasos peatonales no están marcados, ni urbanizados, por lo que, en algunos casos, gracias al trabajo de vecinos, hay mantenimiento, mientras que otros son lugares peligrosos porque no cuentan con una buena transitabilidad o iluminación, por lo que, son utilizados como vía escape de hechos ilícitos”.
En relación a los espacios públicos, detalló que son “amplios” y explicó que “hasta 2018 tenían el mantenimiento de la Asociación Vecinal de Fomento, a través del convenio de contraprestación que, por decisión del Municipio, no se renovó y así quedó en manos del Estado, en detrimento de la calidad de vida de los vecinos porque dicho mantenimiento no se mantuvo”.
“Cuando fue urbanizado, las dos calles de ingreso estaban con un mejorado asfaltico y tenía un trabajo en cañerías para las corridas de agua, que con el tiempo se fueron deteriorando. Hoy, tienen un mejorado de pedregullo, el cual no existe, porque tampoco se mantuvo el tratado del flujo de pluviales. A raíz de cualquier tormenta, la posibilidad de salir o acceder se dificulta, y el transporte público más cercano está, en algunos casos, a once cuadras y se tiene que transitar en estas calles con barro y poca visibilidad. El estado de las calles, que está en un deterioro importante, además afecta la llegada de asistencia de salud o fuerzas policiales”, expresó.
“Desde la Asociación de Fomento visibilizamos los reclamos y los pedidos a los entes que corresponden. En este sentido, otro problema que tenemos es que el barrio no está incluido en la cobertura de la recolección de poda, y los vecinos tienen que hacerse cargo de ese material. Se generan grandes focos de inseguridad higiénica, porque después de las podas viene la basura, y se generan basurales”, agregó, por último, entre los problemas que afectan el día a día de de marplatenses “invisibles”, porque no viven en el centro.
En el Barrio Jardín de Peralta Ramos, viven unas 850 familias, víctimas del karma de vivir al sur, de vivir en la periferia, donde la luz falta, el agua falta, el asfalto falta y “el mantenimiento no se mantiene”. Diez de ellas, cada vez que llueve, quedan atrapadas adentro, en un presidio de 450 mil m².