En esta temporada teatral, dos jurados profesionales consideraron que “Agua: diario de viajeras” fuera el espectáculo que merecía el premio de Argentores al mejor autor nacional, en la figura de María Carreras, y también el premio Carlos Waitz, que la Asociación Argentina de Actores entrega en honor a un actor desaparecido, que fue secuestrado en plena función de Israfel en el Teatro La Botonera. La distinción honra cada año a un trabajador local de la escena.
También sabemos que no hay nada más provisorio y temporal que las decisiones estéticas. Y me refiero con esto a aquellos criterios con los cuales una época y un sector de la sociedad determinan qué es lo considerado dentro o fuera de los bordes del arte y la belleza, nociones que avanzan y se modifican constantemente ¿Qué es lo que una sociedad considera mejor? Los tiempos pandémicos lo han cambiado más o menos todo, incluidos muchos de los criterios unívocos con los que hasta hace un tiempo cercábamos el teatro, (más allá de todas las discusiones que tradicionalmente se desprendan de las decisiones tomadas).
Precisamente, por esa condición epocal de la estética, debo pensar que estos tiempos premian la hibridez, la ambigüedad, y gustan de los proyectos mixtos que transitan los bordes, pues Agua se trata de un trabajo que surgió en plena pandemia de covid-19 como una miniserie online en pequeños capítulos, y que ahora se adapta al teatro casi musical. Digo casi, porque la música no parece ser la fuerza que adelanta la acción -como sería de género- sino más bien un fondo sobre el que se apoyan las construcciones, y no se trata de una banda musical unitaria compuesta a tal fin, sino que incluye canciones de autor del cancionero americano bastante reconocidas.
También hay mixtura en la estructura, ya que no se trata de un formato de obra dramática unitaria, sino de monólogos y pequeños diálogos, donde el antagonista está en general ausente y evocado. Los personajes transitan la escena coreografiados, buscando asimilarse con el medio líquido. Rompen los límites del verosímil escénico y juegan a ello de manera desenfadada.
Decimos que “Agua, diario de viajeras” se había estrenado de forma virtual, y la autora junto con el equipo de TMC apostaron por trasladarlo al teatro. La ambigüedad, los bordes –digo- entre la realidad y la ficción prevalecen, ya que si bien las actrices interpretan a una madre, una empresaria, una hija, una adolescente, una científica, una camionera, una persona trans y otros personajes, al instante ponen en su boca textos que condensan un ideario en el que creen como equipo femenino y fuera de la ficción. Es decir, hablan por ellas, y así postulan una noción de lo femenino líquido, como aquello que se filtra, y no asimilado a la tierra, como usualmente se identifica la cuestión del género. Precisamente, todos estamos debajo del agua, y quizá este truco de convertir la sala completa en una pileta celeste sea lo que adelanta al espectador el código con el que se van a dirigir a él.
El elenco de actrices conformado por Laura Sánchez, Karina Viñas, Magui Peral, Noelia Enrique, Clarita Campos, Cecilia Candela y Camila Lodola constituyen un grupo de actrices que creen que el planeta ha estado tratando de decir algo, y que quizá son precisamente las mujeres las que proponen cambios para la sociedad.
El espectáculo se presenta todos los martes de febrero a las 22:00 en Cuatro Elementos, Alberti 2746. Las entradas a $700 se pueden adquirir a través de alternativateatral.com.
Adriana Derosa