Respirar un aire contaminado a largo plazo entraña un mayor riesgo de depresión, revelaron dos nuevos estudios científicos que se suman a pruebas sobre efectos nefastos de contaminación en la salud mental.
La primera investigación, publicada por la revista médica de Estados Unidos, Jama Psychiatry, siguió el comportamiento de unas 390.000 personas durante once años en el Reino Unido, concluyendo que los niveles de contaminación a que fueron expuestas se estimaron según la ubicación de sus domicilios.
“La exposición a largo plazo, a múltiples contaminantes, fue asociada con un riesgo mayor de depresión y ansiedad”, concluyeron en su primera evaluación los científicos.
Los investigadores estudiaron las tasas de partículas finas (denominadas PM2.5 y PM10), de dióxido de nitrógeno (NO2) y óxido nítrico (NO) una contaminación causada en parte por centrales de combustibles fósiles y el tránsito vehicular, consignó la agencia de noticias France Presse.
“El riesgo observado es no lineal, o sea que crece fuertemente por encima de un nivel de concentración relativamente bajo, y tiende a estancarse luego”, amplía el informe de los profesionales.
“A sabiendas que las normas de calidad del aire de numerosos países rebasan aun ampliamente las más recientes recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2021, deben establecerse normas o regulaciones de contaminación más estrictas”, concluyeron los autores del trabajo.
En cuanto al segundo estudio, publicado en la revista mensual estadounidense Jama Network Open, de ciencias biomédicas, se centró en el efecto de partículas finas (PM2.5), dióxido de nitrógeno (NO2) y ozono (O3) en las personas de más de 64 años, con el objetivo de estudiar todas las consecuencias de la contaminación atmosférica, sobre el desarrollo de una depresión tardía.
Los resultados mostraron nuevamente la fuerte asociación entre contaminación y depresión, en particular observando los flujos de partículas finas y de dióxido de nitrógeno, para las poblaciones desfavorecidas.
Sendos trabajos usaron una base de datos de Medicare, programa de cobertura de seguridad social y pública reservado a las personas mayores en Estados Unidos, y estudiaron a una población de unos 8,9 millones de personas, de los cuales 1,5 sufren depresión.
Esta asociación podría ser explicada por la relación que se observa entre las fuertes concentraciones de contaminantes e inflamaciones en el cerebro, según los dos estudios examinados.
“Estos trabajos se suman a los elementos cada vez más numerosos, que demuestran que deberíamos preocuparnos por los efectos de la contaminación en la salud mental”, señaló Oliver Robinson, profesor de Neurociencias y Salud Mental en el University College de Londres, Inglaterra, (fundado en 1826), aunque sin haber participado directamente en ambas investigaciones.