Por Adriana Derosa, escritora y crítica de espectáculos teatrales.
Siguiendo la recorrida por los centros culturales de Mar del Plata, en calle España al 1800 está El Telón, y su sala teatral. Si usted como yo tiene más de 40, para siempre reconocerá la casa diciendo que es exactamente donde era Papá Montero: un histórico bar de nuestra generación.
Cuando usted concurra, en la espera lo sorprenderá una particularidad: un enorme baúl de libros usados de donde puede servirse a su gusto, a cambio de dejar en la lata un pago a voluntad. Interesante. Me dieron una entrada ecológica: sin gastar papel, una medallita con el isotipo del teatro sirve de contraseña y puede usarse muchas veces.
Turno para morir es una comedia irreverente: se anima a meterse con un tema del que poco se habla, y todas sus ramificaciones. El momento prefijado para nuestro final, el temor que despierta, las alternativas del suicidio, los medios alternativos para esquivarla, en definitiva, la forma en que usted se entera de que se va a morir y si lo acepta sin chistar o se niega rotundamente.
¿Podemos reírnos de cualquier tema? Podemos, depende de cómo. La cuestión es que uno esté dispuesto a poner en el lugar del humor aquellas cuestiones que perturban a la humanidad. En ese caso, podríamos postular la existencia de un mundo donde las personas estuvieran obligadas a concurrir a buscar su turno de muerte, y por lo tanto compelidas a conocer la fecha de su deceso. ¿Hay posibilidades de huir? ¿De no esperar? Todo esto pensó en la obra que se animó a escribir Sebastián Amante, con mucha acción y diálogos verosímiles.
Las actuaciones son de Cecilia Zaninetti –muy fresca y ágil al interpretar varios personajes- Ignacio Cabral, Pedro Rodríguez y Poupeé Ragnone. Una propuesta de humor casi negro, para los martes a la noche. Tenga cuidado de que no lo cruce la parca y le enchufe el turno.