Por Delfina Schenone Sienra (*)
El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, es una fecha que nos permite reflexionar sobre la agenda de género en su integralidad. A diferencia de otras fechas del calendario feminista donde el foco está puesto en la erradicación de las violencias de género, en la salud sexual y reproductiva o en la participación política de las mujeres, el 8M nos permite tener una mirada más panorámica y observar al conjunto de desigualdades que vivimos mujeres y LGBTIQ+ por motivos de nuestro género y entender sus interconexiones.
Cuando decimos que nuestras vidas están atravesadas por desigualdades sociales, económicas, culturales y políticas por el solo hecho de ser mujeres o tener identidades feminizadas, no nos referimos a una abstracción o una entelequia. Estamos hablando de una realidad concreta, palpable y dolorosa:
1 de cada 2 mujeres no participa del mercado laboral.
6 de cada 10 de quienes tienen los menores ingresos en el país, son mujeres.
Sólo 1 de cada 10 mujeres cumple con más de 20 años de aportes y se encuentra en condiciones de cobrar una jubilación.
Sólo 18% de los puestos de máxima decisión de los ámbitos políticos, económicos y sociales están ocupados por mujeres.
1 de cada 2 mujeres ha vivido violencia doméstica por parte de su pareja o expareja.
Cada 25 horas hay una víctima de femicidio o transfemicidio en Argentina.
Como denominador común de estas desigualdades se encuentra el trabajo de cuidados. En un mundo donde el tiempo es dinero, que las mujeres dediquen el doble de horas que los varones a cuidar de personas y hacerse cargo de las tareas domésticas, es decir a sostener la vida biológica pero también la vida productiva, sin recibir ningún salario a cambio, marca el camino de su desigualdad.
¿Queremos reducir la pobreza femenina? Hablemos de cuidados. ¿Queremos que las mujeres puedan insertarse y desarrollarse en el mundo laboral? Hablemos de cuidados. ¿Queremos que las mujeres puedan acceder a la mesa chica donde se toman las decisiones? Hablemos de cuidados. ¿Queremos que las mujeres tengan más herramientas para salir de situaciones de violencia? Hablemos de cuidados.
Es por eso que la próxima gran conquista feminista tiene que tener a los cuidados en el centro. Necesitamos de toda su potencia para demandar por una transformación de la división sexual del trabajo y por la redistribución de los cuidados tanto entre varones y mujeres como también entre los distintos actores de la sociedad. El costo de sostener la vida social y económica en las condiciones actuales lo pagan las mujeres y eso no es bueno para ellas, pero tampoco para la sociedad en su conjunto.
A 40 años de democracia podemos mirar hacia atrás y reconocer cómo nuestras vidas han mejorado gracias a la lucha de los movimientos de mujeres y feministas. Desde lograr la patria potestad compartida sobre los hijos, el divorcio vincular, pasando por el cupo femenino para listas electorales, las primeras leyes de protección contra la violencia familiar, la creación del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable, la ley de parto respetado, la creación del Programa Nacional de Educación Sexual Integral, la ley 26.485 de Protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, hasta las más recientes como fue lograr una ley de paridad para cargos de representación política, el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo o la Ley Micaela. Nuestra democracia se ha fortalecido sin dudas con el avance de la agenda de género y feminista.
Así como el movimiento feminista fue capaz de instalar en la agenda pública la necesidad de reconocer, atender y erradicar las violencias de género, gracias a la lucha sostenida, a la labor de concientización, de incidencia política y de articulaciones virtuosas, creemos que transformar la desigualdad en los cuidados y los roles de género que la sostienen deben ser el motor y el aglutinador del movimiento de mujeres y feminista para alcanzar nuestra próxima gran conquista. Una que va a lograr destrabar a las demás.
(*) Socióloga, responsable del Área de Políticas de ELA-Equipo Latinoamericano de Justicia y Género.