Por Gustavo Casciotti
El superávit de la balanza comercial, esto es la diferencia positiva entre exportaciones e importaciones, se constituye en un grito de triunfo por parte del Gobierno pues considera que es la punta de lanza para asegurar el ingreso de divisas que permita apalancar el desarrollo nacional y pagar los cuantiosos vencimientos de deuda.
Sin embargo el INDEC arroja para octubre un saldo enflaquecido, producto de un importe creciente de importaciones que lejos de evidenciar una recuperación económica, da cuenta de la progresiva ola aperturista, vía la baja de arancelas, la flexibilización de controles de todo tipo, que sumado a un tipo de cambio atrasado y a la inminente eliminación del impuesto PAIS, termina favoreciendo una sustitución poco virtuosa.
Al respecto cabe destacar que los países más serios, los que protegen a su industria, aplican políticas inteligentes de comercio exterior, diferenciando entre los productos que desplazan a la producción nacional de aquellos que solo constituyen una opción adicional al consumo o que al no fabricarse en el país, son necesarios para el desarrollo de las cadenas de producción, como repuestos, accesorios, insumos o bienes de capital.
Se trata de saber administrar, pues si bien se pretende convertir a la Argentina en el país más libre del mundo facilitando el ingreso de productos importados, bajo el supuesto de favorecer la libre competencia, disciplinar los precios locales y propiciar la baja de la inflación, lo cierto es que toda apertura irracional es negativa. Profundiza la desindustrialización, la extranjerización, el aumento del desempleo y menor consumo. Pues más allá de que los precios puedan ser iguales o más baratos, en un marco de desempleo y pérdida del poder adquisitivo cada vez serán menos los consumidores que podrán comprar. Con lo cual esta situación implica una caída per se del PBI y teniendo en cuenta que el 70 % de lo que se produce se vende en mercado interno, no resulta un tema menor.
Por otra parte, si bien se aspira a aumentar las exportaciones por el lado del agro y de la energía, deberíamos considerar la enorme incertidumbre que ofrece el contexto internacional. El asenso de Trump al poder y la promesa de recrudecimiento de la guerra comercial con China, determinará el aumento de aranceles y el fortalecimiento del dólar, causando la caída en el precio de los comodities que exportamos, morigerando la ilusión del batacazo exportador.
- En definitiva, oportunidades para generar dólares, que se pueden malograr por la insistencia de mantener su precio a contramano del resto de los precios de la economía y flexibilizar importaciones de consumo que sólo regalan el mercado interno al exterior y favorece una sangría de divisas que junto al balance negativo de reservas y los rojos de la cuenta corriente negativa y del turismo pone en jaque las aspiraciones libertarias.