De visita una vez más en la Feria del Libro de Buenos Aires, esta vez para presentar su texto autobiográfico “Un golpe de vida“, el periodista y escritor español Juan Cruz Ruiz sostiene que el periodismo atraviesa una fase crítica cuyos alcances dependerán de la manera en que logre sortear el avance de las noticias falsas que se filtran en los medios y la precarización que acecha hoy al oficio.
“Estamos consumiendo mercancía averiada con el nombre de periodismo. Creemos que con el alcance de las redes tenemos un enorme beneficio, parece que si alguien lo dijo ya es suficiente para reproducir un rumor y sentirse al mismo tiempo eximido de culpa, como si el que lo difunde no fuera igual de responsable que quien lo produce”, señala el español a Télam.
Juan Cruz Ruiz es miembro fundador del periódico El País, fue director de la editorial Alfaguara y ha publicado una veintena de libros de ficción y ensayo entre los que destacan la novela “Crónica de la nada hecha pedazos”, “Contra el insulto”, “Egos revueltos” y “El oficio de editor”. Está en Buenos Aires para presentar “Un golpe de vida”, libro autobiográfico que condensa su visión del oficio periodístico.
– Ha explorado todos los géneros ligados a la verdad: el periodismo, el ensayo, la biografía ¿Esa noción de verdad sobre la que ha trabajado desde que eligió este oficio está hoy en crisis?
– Creo que no, o mejor dicho, sabemos en principio cuáles son las limitaciones de aquello que llamamos “verdad”. La verdad tiene muchas aristas, no es una cosa inapelable. El poeta Antonio Machado decía “tu verdad, no la verdad”. El periodismo y la justicia tienen la misión de dar con la buena información para acabar con la mentira. Esto es como en las parejas: cuando hay mentiras se puede tardar un tiempo en descubrirlas, pero tarde o temprano salen a la luz. El periodismo es un instrumento de la sociedad. Los periódicos y los periodistas dependemos de hechos que en gran medida salen a la luz por azar. De modo que no nos podemos presentar como héroes frente a la sociedad, sino como parte de un oficio que ha de cumplir en cada una de sus instancias.
– ¿Cuánto de ese panorama está contaminado por lo que se ha dado en llamar posverdad, es decir, esa trama de emociones y sensaciones que editorializan sobre los “hechos objetivos”?
– Desde Platón que se viene denunciando a la mentira como instrumento para que llegue al poder la tiranía. Sucesivas mentiras van consolidando tiranías diversas: la tiranía comunista, la tiranía de Hitler, los populismos… A lo largo del tiempo se han sofisticado esos modos. Hace un par de días fui a desayunar con Mario Vargas Llosa y estuvimos hablando justamente del tema de las mentiras en las redes. La cuestión es que al volver del hotel me encuentro con un tuit que decía que el partido español Ciudadanos proponía a Vargas Llosa ser presidente de la Comunidad de Madrid. A mí me constaba que eso era mentira y así se lo dije al periodista que había publicado la noticia. Lo más absurdo es que la nota que este periodista hizo circular arrancaba diciendo en el título que Ciudadanos le había hecho esta propuesta a Vargas Llosa y al final incluía un párrafo aclarando que finalmente los propios voceros de Ciudadanos habían desmentido el ofrecimiento. Al cabo del día la noticia seguía siendo igualmente que Vargas llosa era aspirante a presidir la Comunidad de Madrid. No hubo manera de frenarla.
– ¿Las redes han sido el gran verdugo del periodismo o hay otros factores que también contribuyen a la precarización del rubro?
– A medida que hay más rumores en Twitter, más usuarios y más publicidad llegan a esa red social. Con Facebook y Google también vemos lo que está pasando. Estas empresas han precarizado el oficio periodístico. Vivimos en una nebulosa creyendo que estamos en el mejor de los mundos cuando en realidad, como ocurre en “Historia de dos ciudades” de Dickens, estamos en el peor de ellos. El periodismo está amenazado. pero siempre estuvo amenazado: por las empresas, por los gobiernos, por los directores… Y siempre tiene maneras de reaccionar.
– ¿El acceso gratuito a muchos contenidos periodísticos a través de las redes contribuye al desfinanciamiento de los medios?
– Sí, claro. Hay una precarización motorizada por la devaluación económica de las empresas. Mira lo que gana Facebook o Google con el trabajo de los periodistas. Los medios invierten dinero para sostener el trabajo de los periodistas pero quien saca los mayores beneficios de eso son las redes sociales, que reproducen libremente esas notas que demandaron cierta cantidad en dinero en insumos y sueldos. Yo soy un soldado en esta lucha por prestigiar el periodismo. Me da igual en qué soporte, si papel o digital. Pero que se pague por el periodismo. Nos hemos acostumbrado desde el comienzo de Internet a la idea falsa de que todo debe ser gratuito. Y unos desaprensivos se han aprovechado de ese lugar común.
– ¿Cuál es el impacto de estas nuevas narrativas de los soportes digitales?
– La gente ha sido retraída de la lectura para convertirse en lectora de rumores y de primeros párrafos de una noticia. Nos hemos creído el cuento de que el exceso de información es mierda. Pasamos por alto la importancia del segundo párrafo, que es donde tú empiezas a saber de las cosas. El primer párrafo te cuenta que estalló la Primera Guerra Mundial, pero el segundo te cuenta por qué y los siguientes dónde, cuándo y otras circunstancias. Al mismo tiempo, hoy sabemos mucho de todo. Ahí está el exceso nocivo. ¿A mí qué coño me importa la historia de un orangután exótico si hay hambre en Jujuy?
– ¿Cómo fue posible que hace unas décadas el periodismo era señalado como garante de transparencia y hoy está asociado a operaciones mediáticas para incidir en la percepción de los fenómenos o las estadísticas electorales?
– Hay muchos lugares comunes en este oficio, entre ellos esa idea de que alguien tiene la culpa. Somos muchos los culpables. También se ha convertido en un lugar común hablar de la muerte del periodismo. Una vez publicaron que Mark Twain había muerto y él, que todavía estaba vivo, lanzó el siguiente comunicado: “La noticia sobre mi muerte es francamente prematura”. Lo mismo se puede decir del periodismo.
por Julieta Grosso, para Télam.