La pandemia fue un vértigo que se llevó puesto un buen verano y apenas empezó, se cobró su primera víctima y para colmo, fatal: hacia el 10 de marzo, un señor de unos 70 años que había llegado de España a Ezeiza y se trasladó a Mar del Plata en un micro de la empresa Tienda León, tuvo síntomas. Fue internado y finalmente murió el 24 de marzo.

El hombre había ido a conocer a una nieta, porque parte de su familia quedó allí tras el exilio de este hombre durante la dictadura cívico-militar. Cuatro días después, sin respiro, se produjo el segundo de los cuatro fallecimientos. Las otras dos muertes registradas corresponden a una mujer de 88 años y a un hombre de edad similar, pero ya a principios de junio.

Por marzo, las críticas apuntaban al Ministro de Salud, Ginés González García, por “no haber cerrado Ezeiza veinte días antes” y decir que el virus no iba a llegar tan rápido. ¿Qué debía decir un ministro de salud: “Corran por sus vidas, que todos moriremos”?

Hacia fines de febrero, unos 250 mil argentinos estaban fuera del país. Es como si toda la ciudad de Neuquén hubiera quedado vacía. Pese a la situación económica, pese a que había que pagar un 30% más por cada dólar gastado en el exterior, pese a que las clases estaban empezando y aunque no todos tengan niños, muchas actividades giran alrededor del calendario escolar, la devoción argentina por conocer “los países serios” fue más fuerte. El cierre del tránsito aéreo trajo la pesadilla de los varados.

Aquellos que le reprochaban al gobierno no haber cerrado Ezeiza, ahora reclamaban vuelos humanitarios para los que habían quedado en el exterior. Jóvenes argentinos que tal vez luego participaron de la marcha por la propiedad privada y en defensa de que el dinero del Estado no se gastara en Vicentín, rogaban que ese mismo Estado les fletara un avión de Aerolíneas a lugares como Singapur, Tailandia o Andorra porque no resistían vivir en el exterior en condiciones de pobreza similares a las de tantos miles de argentinos y a las que mamá y papá no los tienen acostumbrados.

Mientras muchos intentaban un ingreso subrepticio a la ciudad, los casos de Covid-19 en Mar del Plata empezaron a correr.

De la masa madre al runner

Mar del Plata es, básicamente, una ciudad abierta. Además del ingreso turístico, de aquí sale el pescado y gran parte de las frutas y verduras que se producen en la Provincia. Es por eso que a su alrededor se han tejido innumerables caminos: rutas pavimentadas, autovía, senderos, etc. Los escasos dos hospitales públicos de la ciudad, el Materno y el HIGA reciben pacientes “de 18 partidos de la zona”, y hay, además, innumerables geriátricos hasta ahora no alcanzados por el Covid. Es decir, sellar esta ciudad sin que la cantidad de casos de coronavirus no sea representativa del resto del país, sonaba imposible.

Las sucesivas prórrogas del aislamiento, los días aún cálidos del otoño, la incertidumbre de algunos cuya vida se les había vaciado, empezaron a romper la calma. Entre la cándida masa madre que develaba inesperados talentos culinarios, los aplausos al personal de la salud y las marchas anticuarentena, los cacerolazos y la rebelión de los runners, pasaron cosas, e hizo su aparición la política.

Que se venía el comunismo y que nos quieren fundidos para así dominarnos más fácilmente, como si los empleos de los argentinos promedio fueran un férreo refugio a las tiranías y los mantuvieran bien lejos del hambre y de la dominación ya no de la política tradicional, sino de la ejercida desde los medios.

Y como si la destrucción de la economía fuera un escenario deseado y fácil para quienes pretenden erigirse en estadistas.

Cobertura sanitizante

En Mar del Plata, los casos de Covid comenzaron a llamar la atención: un contingente de trabajadores de la pesca que venían desde Corrientes atravesaron “los férreos controles” con síntomas febriles. Finalmente resultó que estaban “acalorados por el exceso de calefacción del micro”. El pesquero “Natalia”, que en altamar registró a cinco de sus tripulantes con síntomas de Covid volvió al puerto y resultó que los marineros sólo tenían trastornos gástricos que no sabían diferenciar de una afección respiratoria. Lo mismo sucedió con los otros 24 miembros de la tripulación. Raro. Hacia mediados de mayo, durante dos horas fuimos una ciudad Covid Free. Pero enseguida todo cambió y la ciudad entró en un fárrago de ocho casos entre el personal de la salud. La mucama de la Clínica del Niño que dió positivo y fue aislada. A la mujer la estigmatizaron en las redes. Pero siempre sostuvo que no sabe dónde se contagió, que le parece que fue haciendo las compras en su barrio.

Sin embargo, no aparece nadie de su barrio que haya hecho compras y se haya infectado también. Su hija pequeña y sus padres mayores son hisopados y resultan negativos. Finalmente todo se calma cuando un segundo test le da negativo. Sus compañeros de trabajo, contactos estrechos, tampoco dan positivo, pero sí lo dan otras cuatro compañeras no relacionadas estrechamente. Es muy extraño: son cinco infectados, ninguno contagió a ningún hijo, padre o pareja. Y ahora todos juntos dan negativo. La verdad no entendemos qué es lo que pasó”, reconoció una fuente municipal. 

Dos obstetras dan positivo y obligan a realizar hisopados a 50 embarazadas a las que atendían, que luego devienen en 36 y ninguna presenta síntomas. La imprecisión de los datos es una constante: el enfermero resulta administrativo, la asistente, es mucama, el marplatense es de Tandil, y el obstetra es uno solo -su familia tampoco se contagió- y la otra, su secretaria.

Rumores, versiones sobre un gran festejo clandestino de Pascuas de parte del gremio de la salud circularon con algunas fotos incomprobables. Otro médico que vivía en la ciudad iba y venía de Florencio Varela y Buenos Aires, donde trabajaba, sin considerar que podía traer el virus. Pero da positivo. El hombre había sido detenido en un control en días anteriores y trasladado a un hotel, pero consiguió un salvoconducto para irse a su casa. Rodolfo Manino Iriart, del Ministerio de Seguridad lo reconoce como “chapeador, irresponsable y mentiroso”. Un policía de 52 años que da positivo, pero tampoco transmite el virus a sus 5 compañeros estrechos, ni a presos, ni a delincuentes callejeros.

Mientras tanto, casos de Covid en Necochea, Gesell, y Olavarría, positivos, aseguran haberse atendido en clínicas marplatenses en los cuales no se registran casos. ¿quién contagió a quién? Más de la mitad de los anunciados pocos casos de Covid-19 positivos de Mar del Plata no tienen trazabilidad. Es decir, no hay manera de saber de dónde vinieron. Curioso. Como dice el Doctor House de sus pacientes: “Todos mienten”.

La periodista Gabriela Azcoitía da positivo en un hisopado en el HPC estando internada por otra dolencia. Pero nunca tuvo síntomas, al menos de relevancia. La angustia se traslada a los hijos de Gabriela y a su pareja, que son considerados casos estrechos. Pero dan negativo. Azcoitía agradece al personal del HPC, pero alguna posibilidad indica que se lo contagió allí.

Y el periodismo marplatense, faldero como pocas veces se lo ha visto, todo por una pauta y militando la Operación Fase 5 o muerte. Contando los días como si se viniera el Mundial ’78. Con una alegría de Billiken en cada caso que resulta no ser tal, remarcando si el caso es considerado autóctono o no, mirándole la cédula a los infectados para elaborar coartadas, haciendo malabares para demostrar lo indemostrable. Una vergüenza. Y por la mitad del sueldo habitual.

Se tropiezan entre ellos: el 13 de junio La Capital festeja: “la joven de 22 años que vino de Andorra fue dada de alta”. Fue un caso conocido, de una chica que a través de videos reclamaba la repatriación junto a otros argentinos, y logró volver gracias a las gestiones de figuras de la oposición, entre los cuales hay un adepto a las esvásticas.

Pero cinco días después, el 18 de junio, el responsable de otro medio digital anuncia en su cuenta de Twitter, que transcurridos cuatro días sin casos, sólo quedaban dos casos activos: un trabajador de la salud y “la chica que vino de Andorra”. Si, la misma que cinco días atrás, para otro medio “había recibido el alta”.

¿A quién le deberíamos creer?

Algo pasó camino al cielo

A medida que las paciencias fueron mermando entre los poderosos de la ciudad, todos fueron señalando al intendente Montenegro, recién estrenado en su cargo y en un principio, apegado a Kicillof. Le reclamaban “falta de acción” ante una enfermedad que no mataba como decían que iba a matar, y que nadie se molestaría si murieran algunos más. El mensaje fue bastante claro: “abrí todo o te quemamos el rancho”, llegando a manifestarse frente al COM y luego los gastronómicos frente a la Municipalidad, además de los múltiples “banderazos”, “cacerolazos” y “defensas de la propiedad privada” que no han sido otra cosa que un desafío irresponsable a un gobierno nacional que aparece como los primeros rounds de Rocky ante Apollo Creed: le entran todas las piñas.

Montenegro, fiel a sus principios políticos y denotando alguna sincronía con otros alcaldes y gobernadores de su partido, empezó a despegarse del gobierno provincial y a acompañar la decisión de “que se muera el que se tiene que morir”, una rara concepción del darwinismo que bien podría ejercerse sobre los mismos comercios, y decir “que se funda el que se tiene que fundir”. Si la confianza de ciertos autodenominados liberales en “la mano invisible del mercado” fuera cierta, el propio mercado debería restaurar las cosas.

Tras la fallida “prueba piloto”, un desastre de gente caminando libremente sin mayores cuidados que, tras el viernes de cobro de jubilaciones, dio a entender que todo el esfuerzo había sido en vano. El gobernador intervino y todo fue marcha atrás. Sin embargo, las presiones sobre Montenegro se acrecentaron. Una publicación asegura que hubo una brutal discusión que casi llegó a la agresión física, entre un funcionario municipal y un señor gallego de mucho poder entre el poder real de la ciudad. El gallego le reclamaba la reapertura de su shopping,y esta situación ponía al empresario en pie de guerra con el gobierno municipal y las tapas de su medio lo destrozarían. Unos días después, el diario del señor de Galicia publicaba que “había conversaciones para lograr la reapertura” de los shoppings. Lejos de ser una reculada de Montenegro, comenzó a ser la construcción de su poder.

En efecto, mientras el AMBA y la propia Ciudad de Buenos Aires empezaban a arder en coronavirus, Mar del Plata, con sus controles laxos, sus entradas subrepticias, sus familias entrando los fines de semana largos, sus retenes anunciados en los medios, se quedaba clavada en 43 casos de Covid con 4 muertos. Al día de hoy, 2 de julio, el cálculo oficial da 50 afectados, aunque pueden ser 49, porque los números no dan. La Municipalidad jugó a la escasez de casos para apelar a la reapertura, pero el gobernador Kicillof habló de fases, es decir, en vez de casos, exigió tiempos entre los que no debía haber ni un caso. Podríamos haber tenido mil casos, pero entrábamos a Fase 5 si y sólo sí, el último caso hubiera sucedido 21 días antes. Eso desató la Operación Fase 5 ó Muerte, y el premio de la prensa es mostrar un Montenegro preocupado por la ciudad ante un villano Kicillof, que tendría “una severa inquina contra Mar del Plata por haber perdido las elecciones”, pensamiento incomprensible ante un gobernador que edificó en tiempo récord, un anexo hospitalario en la ciudad y pagó los sueldos comunales en más de una ocasión.

Montenegro es ahora “el intendente de las madres y de las novias”. Su reciente operación de cadera le reportó una enorme cantidad de saludos y buenos deseos, y señoras chetas que rezan por él confundiendo la imagen del Cristo con la foto de Robert Powell.

Ahora el objetivo es la Operación Fase 5 o (más) Muerte. No importa lo que pase, no importa nada. Tenemos que ir a Fase 5 sí o sí. Sea legal, o aparentemente legal. Aunque formalmente sigamos en la Fase 4.

Las clases medias reclaman acciones para “no fundirse”. Aluden tener que pagar impuestos, servicios y salarios de empleados como si fuera parte de su función social. Se arrogan conocimientos de infectología al anunciar que el virus no anda por la ciudad, y delirios semejantes. Durante años, quienes nos quieren vender pañuelos descartables en un semáforo, los que nos piden algo para comer, los que no tienen empleo ni posibilidades de obtenerlo, han logrado sobrevivir sin que estas clases medias, eternas reclamantes de privilegios, hicieran nada por ellos, ni avalen que el Estado los auxilie. Pero ahora es la clase media la que reclama abrir sus negocios a toda costa, cuando nunca les importaron los que ya se fundieron. Es que la innecesaria sabiduría que brinda la pobreza, enseña que aún en el hambre hay un mañana para vivir, y estos clasemedieros no pueden concebir un mañana sin su kiosco.

Los números del milagro marplatense

Para nosotros, hubo muchos más casos de Covid en Mar del Plata. No hablamos de asintomáticos, ni casos leves que pasaron como gripes, sino de casos deliberadamente ocultos -tal vez entre los eternos “sospechosos”- para reclamar la reapertura de la ciudad lo antes posible, y la estrategia de fases, más basada en la cantidad de días desde el último caso que en la cantidad de los mismos, dinamitó el plan. 

Supongamos que tuvimos, en efecto, 50 casos de coronavirus con cuatro muertos. Eso da que, aunque pocos, la tasa de mortalidad del virus en Mar del Plata es de 8%. Si los datos fueran veraces, sería un horror, porque casi duplicaríamos la tasa mundial de muertes, que es de 4,88% y cuadruplicaríamos la tasa nacional, que alcanza al 2.05%. Ni hablar de la provincial, que ronda el 1,82%. Es la tasa de mortalidad del norte de Italia, donde hicieron todo mal.

Algo no está bien calculado o, como diría Macri: “hay que mentir parejo”. Si partimos del dato que suponemos indudable, que es la cantidad de muertos (4) y tuviéramos la misma cifra de mortandad que en la provincia, habríamos tenido unos 220 casos, lo cual suena un poco más lógico. Si tuviéramos la tasa de mortandad nacional, hubiéramos tenido unos 195 casos, y si tuviéramos la tasa de mortalidad similar a la planetaria, hubiéramos andado por los 82 casos. Es decir, que el cálculo más optimista al día de la fecha, casi duplica los cálculos oficiales.

Un dato muy difundido en Mar del Plata es una categoría que a nivel nacional o provincial es difícil de hallar en los reportes diarios: los casos “sospechosos”. El protocolo los define como casos en los que se verifican algunos síntomas. Pero en Mar del Plata se aludía a la espera de los resultados del hisopado. Era lógico que, cuando se debían enviar las muestras a Buenos Aires para ser cotejadas, hubiera una demora, pero luego empezaron a hacerse en el Instituto Nacional de Epidemiología, y luego en el mismo HIGA, aquí nomás, y los “sospechosos”, lejos de disminuir, empezaron a serlo por otros motivos. Durante todo este tiempo, los casos sospechosos han sido siempre eso: un número sin identificación de los que, a decir de las autoridades, cada día algunos individuos salen, y otros ingresan a la nómina. Son una cajita que a la vista de todos, estadísticamente, permite guardar cualquier cosa.

El bidón de Branco

Les propongo un ejercicio de imaginación un tanto surrealista que nos llevará a comprender algunas cosas.

Suponga que ud. es una persona que viene desde afuera de Mar del Plata en su auto e intenta ingresar por uno de los retenes. Lo van a detener, va a tener que esperar un tiempo tal vez prolongado.

“-Buenas noches, señor ¿adónde se dirige?-”

“-Quiero entrar a Mar del Plata-”

“-Me temo que no va a poder ser…-”

“-Vengo a cuidar a mi tía Elma, que tiene 92 años y cumple años el sábado. Acá están los papeles que me autorizan..-”

“-Muy bien, señor, todo está en orden, pero le comunico que al ingresar a la ciudad, tendrá que hacer 14 días de cuarentena sin salir en un hotel que le vamos a designar…-”

“-¡Pero eso es imposible! ¡Tengo que cuidar a mi tía! ¡No se puede quedar sola! ¿No hay una manera de arreglar?-”

“-Efectivamente, señor, se puede hacer un hisopado a través de un laboratorio privado como el Fares Taie, a su costo, y en dos días tiene los resultados, pero se tiene que quedar en el hotel esos dos días…-”

“-¡Buenísimo! ¿cuánto es?-”

“-6000 pesos-”

Más allá de lo tramposo que puede resultar el acuerdo entre el intendente y un laboratorio privado, y la duda sobre su validez oficial, desconocemos, si llegara a la ciudad una persona con covid, asintomático o no, cómo es el procedimiento para llevarlo al laboratorio privado y cómo rompe eso la cadena de custodia de un eventual infectado.

Suponemos que es imposible que personal al servicio del protocolo y en función pública colabore acompañando un traslado para un arreglo privado, por lo tanto, el Estado pierde la noción, el seguimiento durante un lapso, de dónde va el individuo, con qué medidas de seguridad y con qué recaudos circula por la ciudad para llegar a realizarse el test, en qué condiciones se realizan éstos, y si estos resultados deben considerarse oficialmente. Esto fue lo que le pasó al cordobés. Salvo que a los dos días, cuando le quisieron comunicar que su hisopado había dado positivo, resultó que no era quién decía ser y se desencadenó todo. O al menos, esa es la historia oficial. Por eso, cuando nos dicen que luego le debían hacer un hisopado, pero con su nombre real, nos mintieron. Porque ese hisopado se hizo, no con su nombre real, sino en forma oficial, lo cual no había sucedido antes.

Y aquí surge una consecuencia de este caso, porque la novia del irresponsable fue aislada también en el mismo hotel, aunque aseguran que en otra habitación. Pero las propias autoridades dijeron que a la chica “aún no le habían realizado el hisopado” y que el procedimiento se realizaría “alrededor del día 10”, porque así lo establecía el protocolo para casos estrechos. En efecto, el protocolo dice eso. Por eso, resulta raro que en el caso del muchacho empleado administrativo de una clínica ginecológica, se halla hisopado a sus contactos estrechos mucho antes del día 10, incumpliendo el protocolo. Por supuesto, el segundo examen en Fares Taie le dio negativo. Y un tercero, y todos los demás que le hubieran hecho.

Lo mismo sucedió con este marino que se lanzó al mar en su barco desde Portugal para poder ver a su padre, muy mayor, en Mar del Plata y al llegar al puerto de la ciudad, se mostró receptivo a la idea de permanecer 14 días más en su embarcación haciendo la cuarentena. Pero ¡Oh, casualidad! Justo en el muelle había un “poderoso empresario”, amigo del viajero, que le pagó un test privado, ya saben dónde, para que pudiera pasar el Día del Padre con su progenitor. Cuánta emoción, las cosas que pasan en esta ciudad.

Tras el caso del cordobés, todos supusimos a la ciudad sellada por todos lados. Sin embargo, entraron, provenientes del AMBA, madre e hija con Covid y residencia en la ciudad. Por supuesto, los medios pronto silenciaron el caso y resaltaron que no eran casos autóctonos. No quedará más remedio que considerar autóctono al empleado de Medinilla, cuyo segundo hisopado también dio positivo. Al último caso, el pobre tripulante del ARA Bouchard lo quieren hacer confesar que se pescó el virus en su Tandil natal, a la que tal vez no visita hace meses.

Triste y solitario

La última payasada municipal consistió en formar una comisión que asesora al intendente sobre qué actividades son convenientes de reabrir. Un remedo barato de los profesionales que asesoran al presidente de la Nación. Por supuesto, lejos de apelar a un concejo de notables médicos de la ciudad, los comisionados son los mismos funcionarios con los que el intendente dialoga cada día sobre sus temas, más un concejal por bloque, lo cual les otorga la mayoría automática en caso de producirse diferencias. Convenientemente, no hay ni un médico entre los miembros del rejunte, porque la Secretaria de Salud es farmacéutica.

Desde luego que en la Operación Fase 5 o Muerte es vital la determinación de cuándo un caso es autóctono y cuándo no, sobretodo cuando es preciso pasar 21 días sin casos de este tipo para pasar de fase.

Los especialistas definen “caso autóctono” como “un caso de origen local. Literalmente, una infección adquirida localmente, sin haber estado en otras zonas de contagio, ni en contacto con infectados”. Sin embargo, los protocolos que se están aplicando hoy, no ponen el énfasis en la definición de “autóctono” y este criterio casi ni se menciona. En su lugar, está la figura de “caso estrecho”, que es aquel que tuvo contacto cercano con el caso sospechoso al menos 48 horas antes de que se determine alguna sintomatología.

Los protocolos, señores, se escriben en Buenos Aires, donde el concepto de “autóctono” es vago y muy, muy lejano.

Por Jorge Tesan, especial para MdPYA