Hijos e hijas de víctimas de la mayor tragedia aerocomercial argentina en la que murieron 74 personas la noche del 10 de octubre de 1997 cuando el avión de la empresa Austral, que despegó de Misiones rumbo a Buenos Aires, se estrelló en un descampado de la localidad uruguaya de Fray Bentos, recordaron a sus padres y madres y expresaron que estos 25 años estuvieron marcados por “la injusticia, la desidia y la corrupción”
“Una de las características que tuvo esta tragedia, que también fue social, fue la inexistencia de los cuerpos. Quedaron pulverizados”, contó a Télam Agustina Cassinelli (36), la hija menor de Carlos Cassinelli, un sociólogo y fotógrafo dedicado a la salud pública de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE).
“Mi padre fallece víctima del sistema al cual combatía”, escribió la joven en un libro que contiene fotografías y reflexiones de su padre y que compiló junto a sus hermanos cuando se cumplieron 10 años de la tragedia. En el ejemplar, que mostró a Télam en su casa del barrio porteño Parque Avellaneda, también expresó: “Creo que, más que al llanto, este homenaje es un llamado a dar pelea”.
La idea de “dar pelea” trascendió en Agustina como en otros hijos e hijas.
Entre 2019 y 2021 transcurrió el juicio oral y público que culminó el 23 de diciembre pasado cuando el Tribunal Oral en lo Criminal Federal (TOCF) 5 dictó la sentencia absolutoria de todos los imputados de Austral y de la Fuerza Aérea. El pasado 10 de mayo la parte querellante interpuso un recurso de casación contra la sentencia, por el que aún esperan respuesta.
“Se murieron 74 personas y no hay ningún responsable, es increíble, desde funcionarios hasta los que tenían que controlar que las cosas sucedan”, remarcó Agustina.
Cassinelli viajaba con frecuencia por el país para cubrir conflictos gremiales en los hospitales, y eso mismo había ido a hacer a Posadas. Ese día de 1997 se acercó al aeropuerto antes del horario previsto y como encontró un asiento disponible se tomó el vuelo 2553.
“Mi mamá no sabía que él viajaba en ese vuelo, porque no le había llegado a avisar”, recordó su hija menor, quien también eligió el rubro de la salud como ámbito laboral.
“Los hijos y las hijas somos importantes para poder hacer un duelo más colectivo, más allá de los duelos familiares individuales. Tenemos un rol de acompañamiento y empatía de saber lo que pasó la otra persona. Hubo barbaridades en las audiencias del juicio”, completó.
Y concluyó: “La absolución fue una confirmación de todos los años de injusticia y de corrupción”.
En su casa del partido bonaerense de Ituzaingó, Mauro Vazquez (36), que tenía 11 cuando perdió a su madre, la comandante de a bordo Susana Inés Trotta, definió que ese siniestro los “rompió” como familiares y que lo que intentaron estos 25 años fue “reconstruirse”. “Después de la tragedia cambió todo”, dijo a Télam.
Desde el primer momento, Mauro y su hermana menor, detrás de la incansable protección de su padre, Daniel, se unieron a las familias afectadas por el siniestro y conocieron tempranamente los conceptos de “corrupción”, “vaciamiento”, “saqueo” y “mentira” vinculados a lo que le había sucedido a su mamá y a las otras 73 víctimas.
Para Mauro era cotidiano subirse a aviones de los que era “muy fan” porque los pilotos, compañeros de su madre, le regalaban manuales, folletos, avioncitos, y lo llevaban a volar cuando no tenía clases.
“Quería ser piloto”, afirmó mientras sostenía en sus manos unas fotos suyas de niño sonriendo junto a su madre en una cabina de avión. “Intenté hacer un curso pero se truncó, me costó hacer el duelo, era difícil subirse a un avión, también sabía que varios de los implicados eran instructores o pertenecían a alguna rama de la aviación y tampoco quería cruzarme con ninguno”, recordó.
Su padre, Daniel, fue quien le explicó a Mauro y su hermana lo que había sucedido con su madre. “Me acuerdo que estaba esperándola para terminar un trabajo de biología de la primaria en una cartulina, y lo único que me salía preguntarle a mi papá era ‘¿cómo?, ¿cuándo vuelve?”.
“A veces cuando escucho ciertos pasos con tacos me acuerdo del sonido de los zapatos del uniforme de mi mamá, que me quedaron grabados de cuando llegaba a casa a la madrugada después de un vuelo”, rememoró.
Otro de los objetos que Mauro asocia a su madre es, al igual que Agustina, un pedacito de fuselaje del avión.
“Hay una necesidad de tener algo físico. El avión se desprendió por todos lados y siempre encontrás un pedacito de fuselaje, me traje uno y lo tengo a mano o en la mesita de luz porque en los momentos en que estoy de bajón me sirve mirarlo”, contó.
Para Ignacio Politzer (41), que se convirtió a muy temprana edad en vocero de familiares, las circunstancias en las que murió su padre, el economista Alejandro Politzer, de 49 años, y las demás víctimas fueron “una injusticia brutal”.
Tenía 16 años cuando se enteró que algo había pasado con el vuelo. En ese momento su padre trabajaba en la represa Yacyretá. “Iba y venía continuamente y hacía asesoramiento en laburo energético”, aseguró el también sociólogo a Télam en su casa de Munro.
“Si bien pude desarrollar mi familia y profesionalmente, es un trauma que te queda, que hay que trabajar. Austral y la Fuerza Aérea siempre se victimizaron y vincularon el hecho a la tormenta de ese día. Yo estuve casi diez años con ataques de pánico cada vez que llovía. El discurso era ‘se metieron en una tormenta’ y cada vez que llovía me remitía internamente. El día que me enteré que era mentira, pensé ‘son lo peor que hay'”, remarcó.
“Lo que le pasó al avión es que iba muy rápido pero el velocímetro no les indicaba la real velocidad, quedó congelado y dentro del avión no sabés a qué velocidad vas, sin el registro a través de aparatos”, explicó.
El vínculo entre hijos e hijas de víctimas de la tragedia también fue fundamental para Ignacio. “Pasó hace tantos años y todavía sigue siendo algo central en la vida, nos hicimos amigos un montón de hijos e hijas, fuimos compartiendo la vida. Hay chicos jóvenes que tuvieron brotes psicóticos a partir de esta situación, gente que se murió en el proceso del juicio”, relató.
En cuanto a la sentencia absolutoria, Ignacio consideró que “es importante que hayan tenido que estar procesados un montón de años en el juicio, incluso el presidente de Iberia, que era dueño de Aerolíneas y Austral”.
“La desfinanciación de la empresa, que los pilotos no tenían vacaciones, que tenía no sé cuántas fallas el avión, ¿todas esas cosas no tuvieron que ver?”, se preguntó, y afirmó que “la verdad libera, es importante saber, conocer los hechos y la red gigante que tuvo la responsabilidad”.
“De mi viejo tomé el gusto por el saber, la lectura, la política, y el ser hincha de Platense. Con mi hijo mayor vamos a ver a Platense, y es un poco vincularme con él de alguna manera y a la vez mirar para adelante”, concluyó.