La transición energética, que no será inmediata, obliga a los países a buscar formas más eficientes de abastecer una demanda creciente de energía generada por fuentes cada vez menos contaminantes, y países como la Argentina tienen la oportunidad de contribuir con esa transición aportando gas y petróleo al mundo, lo que permitirá la descarbonización de las matrices energéticas de los países centrales.
Nuestro país presenta un potencial de billones de barriles de petróleo en el Mar Argentino, recursos similares a los que el país posee en Vaca Muerta, por lo tanto tiene la oportunidad de convertirse en un exportador de energía al mundo, generando divisas en forma significativa, permitiendo así cambiar su perfil productivo y evitar las crisis recurrentes y en las que incurre la economía nacional como consecuencia de la falta de dólares para financiar su desarrollo.
La Agencia de Información Energética de los Estados Unidos (EIA) estima que los países mantendrán sus consumos de petróleo y gas en niveles relativamente constantes hasta 2050. Si entendemos que una generación abarca un lapso de 25 años, estaríamos condenando a una nueva generación de argentinas y argentinos a un estado de pobreza e indigencia consecuencia de nuestro postergado desarrollo, por no aprovechar la oportunidad de explotación de un recurso natural escaso en la economía mundial.
Por otra parte no puede soslayarse el hecho que los hidrocarburos no son sólo una fuente de energía sino también una materia prima esencial para otras industrias como la petroquímica, tecnológica, farmacéutica y automotriz entre otras, de las cuales no son capaces de prescindir, ni aun los más acérrimos defensores del medio ambiente.
Desde siempre nos hablan que las energías renovables no dañan el medioambiente, mencionando en general la energía solar, la eólica, la hidráulica y otras en menor medida, hasta hoy poco desarrolladas. En consecuencia, siempre en teoría, en el aumento de la oferta de energías limpias estaría la solución a una parte considerable de nuestros problemas medioambientales. Pero no consideramos que al día de hoy las tres quintas partes de nuestra matriz de generación de energía eléctrica es de origen térmico, por lo cual el aumento de la oferta de energías renovables tiene un muy largo camino en tiempo y recursos económicos para llegar a ser predominante.
Los gurúes del ambientalismo nada dicen que somos excesivamente ineficientes –cuando no obscenos- y derrochones en el uso de la energía. Shoppings gigantescos a menos de 20°C en verano para atraer clientes; locales comerciales también a menos de 20°C con las puertas abiertas que bajan considerablemente la temperatura de la vereda; góndolas abiertas de refrigerados en general –y de lácteos en particular– en supermercados que bajan la temperatura del pasillo de esos productos; edificios públicos, escuelas, universidades y dependencias estatales de todos los niveles de gobierno y de los tres poderes con luces encendidas durante el día, además de otros artefactos; millones de viviendas que –por costos, falta de regulación, especulación o desconocimiento– se construyen sin aprovechar las fuentes energéticas que entrega la naturaleza; vehículos con potencias tan excesivas como innecesarias: cualquier observador podrá ver las decenas de miles de camionetas 4×4 circulando por las ciudades con su caja vacía y una o dos personas como máximo; viviendas mal orientadas, sin aislación térmica en paredes, vidrios y aberturas en general, que no aprovechan la iluminación natural, son de los casos más visibles. No será hora que el cuidado del medio ambiente comience por reducir la demanda energética superflua, ineficiente e innecesaria?
Nos horrorizamos porque empresas multinacionales participarían de la exploración de las potenciales reservas off shore, pero no nos horrorizamos cuando una terrible foto de Greenpace, una multinacional que lucra con un declamado resguardo del medio ambiente, recorre estos días los grupos de WhatsApp, mostrando a preocupados jovencitos que salen de bañarse en el mar chorreando petróleo de sus cabezas. Tampoco nos vamos a comprar el discurso de esta multinacional y menos aún que venga a pontificar sobre nuestra política económica y de recursos naturales.
Ni mucho, ni tan poco.
No menos de dos generaciones de compatriotas han padecido la pobreza y la indigencia que se han potenciado en los últimos años. Por principios fundamentalistas no corroborados más allá que hipotéticamente, no se puede condenar a una nueva generación de argentinas y argentinos a dejar de vivir dignamente por no aprovechar la oportunidad que ofrece la explotación de nuestros recursos naturales.
Pongamos racionalidad al debate, con todos adentro.
Daniel Pérez
Carlos Filippini
Eduardo Bruzetta
Gustavo Casciotti
María Guillermina Aumedes
Horacio Tettamanti
Raúl Mosca