Un hombre de remera grisácea y bermudas estaba parado frente a la cámara del canal 9News y miraba con ojos desolados al periodista que lo entrevistaba.
Se llamaba Chris Watts, tenía 33 años y hablaba con la prensa en el porche de su moderna casa, en el corazón de un barrio acomodado en las afueras de la ciudad de Denver, Colorado, en los Estados Unidos. Se mostraba preocupado frente a los medios por la desaparición de su esposa Shanann, de 34 años, y de sus dos hijas pequeñas, Bella de 4 y Celeste de 3.
Era “la noticia” de ese martes 14 de agosto de 2018.
Buenmozo, de barba candado y pelo bien al ras -unas pocas canas revelaban que pasaba la treintena-, respondía educadamente todas las preguntas mirando a los ojos. Por momentos, su voz adquiría un tono más ronco y parecía al borde de quebrarse. Se lo veía sorprendido y angustiado, pero calmo por la desaparición de su familia: “La llamé tres veces, le mandé varios mensajes de texto… quiero desesperadamente que vuelvan. Espero que estén en un lugar seguro ahora. Es horrible… espero que alguien haya visto algo, que sepa algo… Shanann, Bella, Celeste… ¡por favor vuelvan! Necesito verlas a todas, esta casa no está completa sin ustedes. No tengo idea de dónde fueron. Es como una pesadilla de la que no me puedo despertar. Bella tenía que empezar el jardín el próximo lunes. Sólo quiero que la gente sepa que yo quiero a mi familia de vuelta, las quiero aquí, a salvo. Esta casa no es lo mismo sin ellas. Anoche fue dramático, no me pude quedar en esta casa sin nadie. Quería un golpe en la puerta, quería a las chicas corriendo por aquí y dándome un abrazo. Pero no las tengo… Celeste es una bola de energía, siempre está saltando, gritando, haciendo lío. Bella es más calma, más cauta, más parecida a mí, soy calmo. Celeste, es definitivamente más parecida a su mamá”.
Chris Watts hacía catarsis a pleno sol en la puerta de su hogar familiar… donde hacía menos de 30 horas las había asesinado. Era la perfecta definición del cinismo, pero eso era algo que todavía nadie sabía.
El doctor Max Wachtel, psicólogo forense que estudió el video de la entrevista, admitió que Watts parecía genuinamente preocupado: “Llama la atención lo bien que mintió… No luce demasiado triste, no pierde el control de sus emociones, pero luce apropiadamente preocupado”.
La mentira de Chris duraría exactamente 48 horas. Confesaría, pero como veremos más adelante, tampoco esta vez diría toda la verdad.
Shanann y Chris se conocieron gracias a Facebook. O mejor dicho, juzgando por los resultados, por la desgracia de haber coincidido en la red social.
La primera vez que le llegó a Shanann una sugerencia de amistad para aceptar a Chris Watts ella la eliminó, aunque tenían amigos en común.
Un par de meses después Shanann fue diagnosticada con lupus. Eso la deprimió profundamente. La enfermedad la llevó a dejar el trabajo que tenía desde hacía 9 años y a alejarse de sus amigos porque “ellos no me comprendían”. En ese negro período Shanann bajó la guardia. Fue entonces que le llegó el segundo pedido de amistad de Chris. Le dio clic a aceptar. Y en 2010 se conocieron personalmente.
Shanann Cathryn Rzucek había nacido el 10 de enero de 1984, en Aberdeen, Carolina del Norte. Christopher Lee Watts tenía un año menos y era originario de Oklahoma, pero se había criado en la ciudad de Fayetteville. Jóvenes, atractivos, llenos de amigos y de ambiciones… la pareja fue algo que se dio naturalmente. En 2012 se casaron y se mudaron a Colorado. Compraron una casa soñada en Frederick, al norte de la ciudad de Denver, y enseguida formaron la familia que deseaban. La primera hija, Bella Marie Watts, nació el 17 de diciembre de 2013. El 17 de Julio de 2015 llegó a sus vidas Celeste Cathryn Watts. Ya eran cuatro y se mostraban como una familia muy normal y feliz.
Shanann estaba muy agradecida con Chris porque se había sentido rescatada por él en su peor momento. Ella, que era adicta a las redes y todo lo contaba en Facebook, escribió: “Una cosa llevó a la otra, 8 años después tenemos dos hijas, vivimos en Colorado y él es lo mejor que me ha pasado en toda mi vida… No importa cuán dura sea la vida… todo tiene un propósito, hay una razón para todo… Porque me enfermé, lo encontré, y sólo él me conoce en mi peor estado… Y me acepta… Le di excusas para que se fuera corriendo… Fue a mi colonoscopia, lo torturé, lo rechacé, lo empujé fuera de mi vida una y otra vez… él es asombroso, ¡no puedo decirles cuán maravilloso es!”.
Shanann estaba enamoradísima. No podía creer el giro maravilloso que había dado su vida: se sentía parte de un cuento de hadas. El romance era perfecto, él era un marido ejemplar y un hombre muy atractivo, sus hijas eran alegres y sanas, y viajaban bastante. No podía pedir más. Además, vivían en una casa de dos plantas con jardín, con enormes ventanales de doble altura, tres amplísimos dormitorios, un gran playroom y garage. Shanann contaba con un vestidor repleto de ropa y con una pared enteramente cubierta con sus zapatos. Bella dormía en su cuarto pintado de lila; Celeste en el suyo con el color de su nombre y ambas tenían ploteados los nombres sobre las cabeceras de sus blancas camas. Esa casa era el sueño construido de a dos, un escenario ideal para criar a sus hijas.
Sin embargo, el paraíso que habían edificado no sería otra cosa que el escenario para el peor de los crímenes.
Aparentaban prosperidad económica, pero la realidad era muy distinta: los Watts gastaban más de lo que ganaban. Aparentaban felicidad, pero simulaban más amor del que en verdad poseían. Aparentaban ser la familia perfecta, pero ese sueño mutaría en pesadilla.
En 2015 tuvieron que declararse en quiebra: el dinero no les alcanzaba. Chris trabajaba para la petrolera Anadarko mientras que Shanann lo hacía de manera independiente para la compañía Le-Vel como promotora de Thrive, unas cápsulas con vitaminas, minerales, extracto de plantas y otros antioxidantes para mejorar la vitalidad y la salud. A pesar de ello, Shanann seguía derramando felicidad en su mundo virtual. Tenía la convicción de que a fuerza de desearlo todo se encarrilaría, aunque las puntas peligrosas de varios icebergs amenazaran con hundir el costoso barco familiar. El hartazgo y el desamor empezaban a resquebrajar el casco de su trasatlántico amoroso.
Cuando el 19 de junio de 2018 Shanann le mandó a Chris una foto de una nueva ecografía ya hacía tiempo que las cosas no funcionaban como antes. En ese estudio médico se veía que se estaba gestando el tercer hijo de la pareja. Chris no se sintió feliz, pero respondió fingiendo una alegría que no sentía: “¡Pequeño maní! Ya la o lo amamos”.
Shanann quiso creerle. Siguió adelante con la idea de que con el nuevo hijo el amor renacería entre ellos. Escribió en la red social: “¡Te amo Chris! Sos el mejor padre que las chicas podrían tener”. Aunque la verdad era que en ese momento ella se estaba yendo con sus hijas a pasar el verano a la casa de sus padres, en Carolina del Norte, para darle espacio a Chris. Él le había sugerido tomar un poco de distancia.
Shanann lo extrañaba demasiado así que decidió ponerle por escrito todo lo que sentía: “Quiero darte espacio, pero mientras vos estás trabajando y viviendo una vida como si fueras soltero, yo estoy llevando en la panza a nuestro tercer hijo y cuidando de nuestras hijas y trabajando y tratando de ganar más dinero. No me cuesta escribirte y decirte que te amo y que te extraño. Si vos no lo sentís puedo entenderlo, pero necesitamos conversarlo”.
El mensaje no obtuvo respuesta. Entonces, la noche del 5 de agosto, volvió a la carga y tipeó: “Extraño abrazarte. Extraño comer con vos, ver televisión con vos. Extraño mirarte a los ojos, extraño hacer el amor con vos, lo extraño todo. No puedo esperar a celebrar nuestros ocho años juntos… Si para vos esto está terminado, si no me amas, si no querés trabajar en esto, si no sos feliz y sólo te quedás por las chicas, yo necesito que me lo digas”.
Le quedaban por delante siete días de vida antes de morir en las manos de este hombre que veneraba.
Mientras Shanann deseaba verlo y le escribía, Chris transitaba otra sintonía. Ni siquiera la noticia del embarazo (ya sabían a estas alturas que era un varón, que se llamaría Niko Lee y que tenía fecha de llegada a este mundo el 31 de enero de 2019) había podido derribar el muro de silencio que había crecido entre ellos.
Shanann le explicó a una amiga por qué habían cancelado el baby shower para anticipar la llegada de Niko Lee: “Chris dice que no somos compatibles… Se rehúsa a abrazarme… Dice que él pensó que otro bebé podría arreglar lo que siente, pero no. Se niega a hacer terapia… dice que en estas semanas tuvo mucho tiempo para pensar… Hace una semana que lloro hasta dormirme”.
Shanann y sus hijas volvieron a su hogar el 7 de agosto de 2018. La vuelta resultaría fatal. Ese mismo día encontró tirado en la basura un libro que ella le había regalado a su marido: Hold me Tight (Abrázame fuerte), de la doctora Sue Johnson, que trata sobre cómo reconstruir las relaciones amorosas. Rompió en llanto angustiada. Estaba esforzándose para reconquistarlo y por mantener la imagen ficticia de la familia perfecta, pero su mundo se desmoronaba. Estaba segura de que Chris tenía una amante. A sus amigos más entrañables les había comentado que sospechaba que él la engañaba con alguien…
Chris Watts efectivamente circulaba en dirección contraria a los deseos de Shanann: buscaba en Internet destinos turísticos, miraba alhajas para regalar a sus amantes, escogía restaurantes para salir a divertirse… Quería volver a ser soltero para recomenzar una nueva vida. Shanann no figuraba en sus planes. Tampoco Bella, Celeste y Niko -que crecía en el vientre materno-, cabían en esta vida con la que él soñaba.
Chris tenía un affaire y sus colegas lo sabían. Su amante era una compañera de trabajo: Nichol Kessinger de 30 años. Llevaban saliendo desde el mes de junio, más o menos desde la misma fecha en que Chris se había enterado del nuevo embarazo de Shanann.
Kessinger trabajaba en el departamento de medioambiente de la petrolera. Cuando empezaron a tomar café en la oficina ella notó que él no usaba anillo de casado. Kessinger, que era soltera, pensó que Chris era un hombre muy buenmozo y familiero. “Parecía un padre preocupado por sus hijas”, declaró sorprendida tiempo después. Y sostuvo que él le había asegurado que se estaba divorciando.
La investigación policial destapó muchas cosas que la amante de Watts no hubiera querido que se supieran: Kessinger había estado buscando vestidos de novia en Internet durante dos horas la semana anterior a los crímenes; la noche anterior había googleado “cómo prepararse para el sexo anal” durante 15 minutos y había mirado videos pornográficos. Otras consultas que hizo eran del tipo…”El hombre con el que estoy teniendo una aventura dice que dejará a su esposa” o “casarse con su amante”.
Pero la búsqueda en Google que más sorprendió a los detectives fue la que Kessinger hizo el 19 de agosto, con Watts ya tras las rejas. Ese día quiso saber “¿cuánta plata ganó Amber Frey?” con su libro autobiográfico sobre su amante que había asesinado a su esposa embarazada en 2004. También escribió en el buscador otra pregunta: “¿la gente odia a Amber Frey?”.
Las fantasías de Kessinger mostraban una preocupación más de índole financiera que de empatía hacia las víctimas de su truculento amante.
Había compartido su intimidad y sus ilusiones con un terrible asesino y quizá el romance había terminado por desencadenar la tragedia, pero aun así ella estaba sopesando si contar su historia le rendiría económicamente.
No hay dudas de que Watts quería recomenzar su vida desde cero. Pero no habría sido la relación con Kessinger la que soltó sus demonios de deseos de libertad. Hubo, además, un rumor de un romance homosexual que llegó a los medios. Por medio de una aplicación, Chris Watts habría conocido a un enfermero, Trent Bolt (28), quien dijo a la policía haber tenido sexo con Watts en una suerte de affaire que habría durado diez meses en 2018. Watts negó todo.
La noche del domingo 12 de agosto de 2018, Shanann Watts volvió de trabajar en Phoenix con su amiga y colega Nickole Utoft Atkinson. El vuelo llegó demorado. Nickole la alcanzó en un taxi desde el aeropuerto hasta su casa y la dejó en la puerta a la 1.48 de la madrugada del 13 de agosto. Quedaron en que se hablarían por la mañana y Nickole la acompañaría a su cita con el obstetra: Shanann tenía turno a las 10 para realizarse una ecografía y ver cómo iba el embarazo. Jamás volverían a verse.
La primera en alarmarse fue la misma Nickole cuando, por la mañana, su amiga no le respondió los mensajes. Como Shanann no daba señal alguna Nickole decidió ir directamente hasta su casa para ver qué ocurría. Fue acompañada de su hijo adolescente que muchas veces había hecho de baby sitter de las pequeñas hijas de los Watts y, también, había cuidado al perro de la familia. A las 12.10 del mediodía golpearon la puerta. Nadie respondió. Vio los zapatos de Shanann en la entrada. Le pareció muy raro. Decidió llamar a Chris al trabajo. Curiosamente él le pidió que no llamara a nadie y le dijo que ya mismo saldría para allí. Como Chris demoraba, Nickole desobedeció y llamó a la policía. Cuando Chris estaba llegando en su auto, atendió el llamado de un oficial que le avisaba que querían entrar a su casa. Chris les pidió que esperaran, que él estaba ya muy cerca y que les abriría. Cuando arribó, Nickole le señaló al marido de su amiga algo que no le parecía normal: “Chris, en el garage está su auto, ¡con las sillitas de las chicas puestas atrás!”.
Mientras la policía miraba el garage, Chris Watts aprovechó la distracción y entró a su casa. Antes de abrirles la puerta principal dispuso de dos minutos en los que se apuró por hacer algo que nadie supo qué fue. A las 14 horas les abrió la puerta para que revisaran la casa. No había nadie, solo Deeter, el perro familiar, que ladraba enloquecido. La conducta de Chris era rara, miraba su teléfono y mandaba mensajes de texto mientras el oficial le hacía preguntas. En los videos que están subidos a la web se ve claramente a Chris responder mientras mira fijo la pantalla de su celular. Aparece como distraído y no mira al agente a la cara. Eso sí, le admitió a la policía que con Shanann estaban en un proceso de separación “civilizado”. Y deslizó la idea de que ella se podía haber ido por su propia voluntad porque las mantas de Celeste y Bella no estaban en sus cuartos. Aseguró que sus hijas no iban a ningún lado sin ellas.
En la cocina la policía encontró la cartera de Shanann, su anillo de casada y sus llaves. En la planta baja estaba también la valija con la que había regresado de Arizona en la madrugada. En el piso superior hallaron, entre los almohadones del sillón de la sala de estar familiar, el celular de Shanann y su Iwatch negro. Pero no pudieron desbloquearlo: Chris dijo no conocer la clave.
El hijo adolescente de Nickole haría un aporte importante a la investigación, le señaló al agente algo que le llamaba la atención: la cama matrimonial no tenía puestas sus clásicas sábanas blancas. Le preguntaron a Chris al respecto y dio una respuesta insólita: dijo que seguro que Shanann las había puesto a lavar esa mañana porque odiaba el olor de los aeropuertos.
Al día siguiente de las desapariciones, el martes 14 de agosto, el Departamento de Investigación de Colorado, la policía de Frederick y el FBI ya estaban abocados a la investigación. Más tarde se sabría, que ese mismo día que Watts supuestamente buscaba a su familia había llamado al colegio diciendo que su hija Bella no empezaría las clases el lunes. También había llamado a una inmobiliaria para poner en venta su casa y había hablado varias veces con su amante Kessinger. Estaba muy entusiasmado con cambiar de vida y no pudo esperar el tiempo prudencial para no despertar sospechas.
El miércoles 15 de agosto Chris Watts fue llevado a declarar. Después de haber fallado con el polígrafo y de intensas horas de interrogatorio, empezó a decir algunas verdades. Pero antes pidió ver a solas a su padre y le contó su primera versión de los hechos: él le había dicho a Shanann que quería divorciarse y ella en un rapto de locura había estrangulado a las chicas. Entonces, en venganza, él la había asfixiado.
La disparatada versión sólo convenció a su padre, no a la policía. Pero al menos Watts había revelado el lugar dónde había descartado los cadáveres.
Los encontraron el jueves 16 de agosto, en la propiedad de la compañía petrolera Anadarko donde trabajaba Watts y de la que fue despedido por esos días.
El 21 de agosto de 2018, fue formalmente acusado por los asesinatos. No demostró angustia ni ninguna otra emoción. En los videos de la policía se lo observa impávido cuando es esposado.
Pero ¿cómo se desencadenó el final más espantoso? ¿Por qué un padre de familia que se muestra cariñoso y colaborador termina matando a todos con sus propias manos? Será tarea de la psiquiatría buscar alguna explicación para ese tránsito del padre amoroso al terrible homicida que los medios bautizaron como “el monstruo de Denver”. Lo cierto es que los monstruos y sus acciones atentan contra el orden natural y suelen ser muy difíciles de explicar. Pero queda claro que Watts era un monstruo y que sabía muy bien lo que hacía. Había sido organizado, metódico, y buscaba un objetivo: escapar de un matrimonio en el que se sentía atrapado.
Solo él sabe exactamente cómo sucedieron los hechos esa noche, pero la fiscalía la reconstruyó para el juicio. Primero ahorcó a Shanann, algo que le llevó varios minutos. Luego, sofocó a Celeste de 3 años mientras dormía. El espanto tuvo lugar en el estrado cuando se estableció que Bella, la mayor de 4 años, había entrado al cuarto y le había implorado a su padre: “Por favor papi, no me hagas lo que le acabas de hacer a Cece (Celeste)”. Pero el pedido de Bella no conmovió en absoluto a su padre quien procedió a estrangularla. Bella se resistió con todas sus fuerzas al punto de morderse varias veces la lengua.
El fiscal del juicio, Michael Rourke, explicó a los presentes que, para estrangular y asfixiar a su esposa embarazada y a sus dos hijas, el acusado habría demorado de dos a cuatro minutos con cada una de sus víctimas.
Terminada su faena, Chris Watts, siguió con su plan y dispuso los cuerpos en su camioneta en tres viajes consecutivos. Evitó, eso sí, pasar por dónde sabía que había cámaras de vigilancia de los vecinos. De hecho, sólo en una de ellas se lo ve, parcialmente, cargando cosas. Estas imágenes fueron clave para la investigación.
Con toda su familia muerta en el auto manejó hasta a un lugar perteneciente a la compañía donde trabajaba. Allí tiró los cuerpos de Bella y Celeste en dos tanques de combustibles. Las introdujo por una pequeña abertura superior y las dejó caer en el petróleo crudo. Para llevar a cabo esto, según concluyeron los peritos forenses, tuvo que ejercer bastante fuerza para que los cuerpos pasaran por el orificio. Pero tenía un problema: Shanann no pasaría por esos agujeros. Entonces decidió enterrarla. Cavó una fosa superficial, al lado de uno de esos depósitos de petróleo. Cuando encontraron los cuerpos hallaron también una sábana blanca. Era una de las que faltaban en la cama de los Watts y que el perspicaz hijo de Nickole había observado.
Otra versión sobre el orden en que sucedieron los hechos está en el libro de Cheryln Cadle: Cartas de Christopher. En ella la autora cuenta lo que le relató el convicto. Primero intentó asfixiar a las chicas y luego procedió a hacerlo con Shanann. Pero las chicas solo estaban desmayadas y habrían vuelto en sí y lo descubrieron con el cuerpo de su madre envuelto en una sábana. Entonces él les dijo que Shanann “estaba enferma” y las subió al auto para terminar ahorcándolas.
Su amante, Nichol Kessinger, afirmó haber quedado shockeada con el arresto de Watts dos días después de los crímenes. En una entrevista sostuvo: “No hay una explicación lógica a lo que hizo. Es un acto sin sentido, horroroso”.
La verdad es que Chris Watts no habría actuado por impulso, sino que habría planificado los asesinatos. Se cree que pudo haberse inspirado en la película La isla siniestra, de Martin Scorsese. Esta teoría tiene que ver con lo que dijo una de sus amantes, Amanda McMahon, al programa Inside Edition. En el reportaje Amanda sostuvo que había conocido a Watts por la app Tinder y que salieron durante algunas semanas. Recordó que en la primera cita, luego de comer unos tacos mexicanos, fueron al cine a ver esa película que ella sospechaba podía haberlo inspirado.
En el filme Leonardo DiCaprio interpreta a Teddy Daniels, un agente federal que debe investigar una isla en la que hay un establecimiento psiquiátrico. En la película se da a entender que Daniels había en realidad asesinado a su esposa luego de enterarse de que ésta había ahogado a sus hijos. Los crímenes de Chris Watts se parecían demasiado a la ficción. Además, Amanda señaló que cuando tenían relaciones Watts se transformaba en otra persona: “Una vez me tomó del cuello fuertemente y me asusté mucho”.
Pero lo que indica que los homicidios fueron planeados es que el domingo 12 de agosto, Watts le dijo a Kessinger: “El lunes por la mañana tengo que ir al campo, no a la oficina… tengo que chequear unas válvulas que tienen pérdida”. En ese momento Shannon todavía estaba en Phoenix por su trabajo, pero queda claro que Chris Watts ya estaba armando su coartada y pensando dónde las enterraría.
El 13 de agosto Watts le escribió a Kessinger, a las tres y media de la tarde, diciéndole que su familia “se había ido”. Kessinger estaba viendo las noticias en la tevé. Su amante le “hablaba normalmente, sin emociones… Yo me sentía muy confundida viendo en los medios que la prensa estaba en su casa”.
Fue por esos noticieros que se enteró del embarazo de 15 semanas de Shanann y de que no había ningún divorcio iniciado. El 14 de agosto, acuciada por lo que escuchaba en la televisión, lo presionó: le exigió que le dijera qué sabía de la desaparición. El psicópata le respondió que jamás le haría daño a su familia. Kessinger cansada de todo le dijo que no hablaría de nuevo con él hasta que su familia apareciera… y luego marcó el número del FBI. Les contó todo lo que sabía de Watts.
El 6 de noviembre de 2018 Chris Watts se declaró culpable. Fue juzgado y sentenciado a cinco cadenas perpetuas sin posibilidad de libertad condicional. Lo enviaron al correccional de Dodge, en Wisconsin. En Colorado existe la pena capital, pero la familia de Shanann prefirió evitar más muertes.
El fiscal Rourke realizó un alegato conmovedor en la apertura del juicio: “¿Cómo un hombre normal mató a su familia? ¿Por qué? No hay motivos razonables. El acusado, fría y deliberadamente, no en un ataque de rabia, no por accidente, terminó con cuatro vidas … La víctima llegó a la 1.45 de la madrugada, poco después habrían tenido -según el acusado- una discusión emocional sobre el estado de su matrimonio y sobre cómo seguirían sus vidas de allí en adelante. ¿Qué se dijo en esa conversación? Sólo él lo sabe. Lo que nosotros sabemos es que enseguida el acusado la ahorcó hasta la muerte con sus propias manos. El terminó con su vida lentamente… No había signos de pelea… Sus únicas heridas eran las del cuello… El horror que debe haber sentido ella viendo que el hombre que amaba la estaba matando”.
La familia de Shanann no pidió la pena de muerte, pero ninguno de ellos dejó de hablar en el juicio para expresar el horror que sentían. El padre de Shannan, Frank Rzucek, tomó el micrófono para decir: “La vida ya no será lo mismo sin ellas… Te las confié para que las cuides, no para que las descartes como basura… Me sacaste sus cuerpos, pero nunca me sacarás el amor que les tengo. Un amor que vos no conocés. No sabés lo que es el amor, sos un monstruo… la prisión es un lugar demasiado bueno para lo que hiciste”.
Frankie, el hermano de Shanann, dijo: “Rezo para que nunca jamás tengas paz. Me sacaste lo que más amaba en la vida, mi familia”.
La familia Watts tomó el camino contrario y salió a defender a su hijo, aquel que todos llamaban “el monstruo de Denver”. Su madre Cindy, entrevistada por el canal KMGH, aseguró que Chris y Shanann tenían una relación muy difícil, que ella era abusiva con él, que antes de casarse “él era normal… Nadie podía decir algo malo de Chris. Era un hombre de trato muy fácil”. Ellos juran haberle creído cuando dijo que estranguló a Shanann de rabia al ver que ella había matado a sus hijas: “Me cuesta pensar que él pueda haberles hecho daño… Yo le creí lo que me contó. Por cómo me miró, por cómo lloraba”, aseguró Ronnie. Cindy, en la corte, le dijo a un Chris que no se atrevió a mirar lo ojos de su madre: “Nosotros te amábamos desde el principio, y todavía te amamos ahora… Estamos todos con los corazones destrozados… aunque no lo puedas creer te queremos… Te perdonamos y no te abandonaremos”. De alguna manera se negaron a aceptar los repugnantes crímenes de su hijo y buscaron explicaciones para su conducta.
La familia de Shanann se indignó con estas declaraciones y las calificó de “burdas, grotescas y absolutamente falsas, además de ser hirientes… Nunca van a cambiar la verdad sobre los crímenes cometidos por su hijo”.
El caso volvió a los titulares el 7 de marzo de 2019 cuando la policía dio a conocer una segunda confesión del acusado. Había sido grabada 17 días antes, más precisamente el 18 de febrero. Esta última versión, de 5 horas, sostenía otro hilo de los hechos.
Chris había estrangulado a Shanann en su cama matrimonial, luego de que ella lo amenazara con no dejarlo ver más a las chicas si se divorciaban. Shanann estaba enojada porque sospechaba su romance con otra mujer. Con los gritos, Bella se habría despertado y entró al cuarto de la pareja con su mantita entre las manos. Preguntó qué pasaba con su mamá y él le dijo que “estaba enferma”. Bella miró mientras Chris envolvía el cuerpo de Shanann con una sábana, pero se habría largado a llorar cuando él empezó a empujar el cadáver escaleras abajo. Luego Chris colocó a Shanann en la camioneta y volvió a entrar a su casa. Vio que Celeste también se había levantado. Entonces procedió a sentar a las chicas en el asiento trasero, cada una con su manta.
Manejó 65 kilómetros hasta que llegó a un campo de petróleo de la compañía donde trabajaba. Una vez allí, sacó el cuerpo de su mujer mientras las chicas preguntaban “¿qué le hacés a mami?”. Lo dejó fuera y volvió al auto. Con la manta de Celeste la asfixió mientras Bella miraba sentada en el asiento de al lado. Llevó a Celeste al tanque y la arrojó por el agujero superior. Volvió y repitió el procedimiento con Bella cuyas últimas palabras fueron “¡Papi, no!” mientras se revolvía como loca bajo la colcha. Llevó su cuerpo al otro tanque. Después cavó una tumba superficial para enterrar a Shanann.
Esta vez el relato pareció ser suficientemente claro y definitivo.
En enero de este año Lifetime dio a conocer el film llamado Chris Watts: Confesión de un asesino. Sean Kleier fue el actor que lo representó y Shanann fue encarnada por Ashley Williams. El mismo mes se emitió el documental Detrás de los titulares: la tragedia de la familia Watts. Frank and Sandy Rzucek se enojaron porque no fueron consultados antes de la filmación: temen que la imagen de Shanann vuelva a ser cuestionada y que se la culpe por haber “provocado” su propia muerte y la de sus hijas.
Mientras tanto, la casa que habían armado los Watts cuando soñaban su familia ideal -en el número 2825 de la calle Saratoga Trail, en Frederick- está por salir a la venta. Su tasación es de 580 mil dólares. ¿Quién querrá ser el propietario de este oneroso escenario de un triple y horrendo crimen? ¿Quién puede querer poseer unas paredes malditas con muertes y donde no hubo lugar para la felicidad? / Infobae