Unas células insertadas en el organismo emiten una dosis necesaria de insulina en la sangre a la hora exacta al ser activadas por la cafeína.
Tomar una taza de café después del desayuno y otra después de la merienda podría ser suficiente para que los diabéticos mantengan bajo control el nivel de glucosa. Sin embargo, no es que la bebida tenga un efecto inmediato sobre la diabetes, sino que la cafeína es una herramienta que activa células productoras de insulina implantadas previamente en el organismo.
La novedosa tecnología ha sido desarrollada por un equipo científico suizo, que para el momento solo la ha aprobado en diez ratones de laboratorio. Los animales, con una diabetes tipo 2 inducida, tenían implantadas algunas células de riñón humano, diseñadas y ‘adiestradas’ para producir insulina. Además, les habían agregado un receptor para administrar el fármaco cuando la cafeína estaba presente en la sangre
Un artículo publicado esta semana en la revista Nature resume los resultados de este experimento, que pueden considerarse prometedores. Los ratones, por supuesto, no bebieron el café en tacitas, sino que lo ingirieron inadvertidamente mezclado con su comida. La producción inducida de insulina fue suficiente para asegurar que los niveles de azúcar se mantuvieran estables.
Los científicos esperan que su invento pueda extrapolarse algún día a pacientes humanos y destacan que en los últimos años “la demanda de mejores inductores ha progresado rápidamente”. Según los datos recogidos, pequeñas cantidades de cafeína provenientes de otros productos no relacionados con el café no activarían el sistema. Y también aseguran que el riesgo de emisiones accidentales de una dosis de insulina es ínfimo.
Los autores destacan que la cafeína no es tóxica, es fácil de producir, solo está presente en bebidas específicas y su consumo es habitual en todo el mundo. Por otro lado, el artículo deja claro que los efectos de su uso para activar las células insertadas se alcanzan por medio de la modificación genética.