Por Lara Franco.

Este año comenzamos con mi pareja a construir una casa, somos privilegiados, lo sabemos. El 15 de enero comenzó a crecer, ladrillo a ladrillo, nuestro proyecto, y fue muy difícil porque en medio de una inflación galopante, una semana había un precio, y al otro, otro. Había que correr para comprar materiales, entre el laburo y la locura cotidiana, algunas luchas las ganamos, en otras, pagamos un sobreprecio, porque hasta mayo por lo menos, todo aumentó sin pausa. 

En la obra ya sufrimos diversos robos y esto es moneda corriente. ¿A quién no le pasó? Un día faltan bolsas de cemento, el mes siguiente se llevan las palas, y el último robo fue de pura maldad: arrancaron una caja de luz de la pared, que imagino, se la deben haber llevado toda rota. Conversando con otros amigos que están en la misma situación me dicen que es así: en todas las obras hay robos. Que impotencia, ¿no?

Al fin y al cabo, no importa en qué barrio construyas, las situaciones se repiten. En algunos casos el robo podrá ser menor, pero en otros, escuché que hasta se han llevado ventanas recién puestas, rompiendo incluso el cemento puesto esa mañana. Para evitar esto, muchas familias deciden dormir en las casas en construcción, porque hay cosas que son muy difíciles de comprar de nuevo.

Algunos afortunados compran un terreno, otros construyen en la tierra que pudieron comprar sus padres hace un tiempo, y todos, intentan escapar de la crisis de la vivienda, porque todos sabemos que hoy alquilar es una locura. 

Y en medio de todo esto, se replican en los portales digitales los videos de delitos, las empresas de alarmas deben estar facturando de lo lindo, y vos pensando cómo cuidar tu herramienta de laburo, tu hogar, tus cosas, y del otro lado, la desigualdad social, la violencia, la falta de equilibrio de una sociedad en donde algunos reclaman trabajo, otros alimentos, otros vivienda, y otros todo.