Por Gustavo Casciotti.
U$S 450 millones por año sería el ahorro que la Argentina tendría producto de la baja de cargos y sobre cargos del FMI por el préstamo tomado por Macri en el 2018.
Si bien muchos se atribuyeron ser el padre del logro, desde la gestión Milei hasta el ex ministro de economía Guzmán por su batalla histórica en diferentes foros internacionales, lo cierto es que se trata de una decisión a escala global, de la que nos beneficiamos de rebote.
Una medida geo política tomada por USA, a través de su brazo ejecutor en el plano financiero, para beneficiar a Ucrania, en el marco del conflicto bélico que sostiene con Rusia. Y de paso consolida su liderazgo y disciplinamiento para con la Argentina, que seguramente deberá re plantear su reciente acercamiento a China y con países como Egipto y Jordania, en clave del conflicto en Medio Oriente.
Las modificaciones dispuestas, implicarán una reducción de aprox. 30 % en el costo de financiación, vía reducción de la tasa básica y de los sobre cargos por haber tomado deuda excediendo los límites de plazo y monto (todos aprobados por el propio organismo a cambio de las penalidades).
Más allá del escaso impacto que pueda tener frente al murallón de vencimientos que el país tiene en el 2025, ante el cual estaría llegando con reservas negativas, la medida significa la reversión parcial del carácter regresivo y pro cíclico de los cargos. Osea lejos de acompañar la recuperación de los países endeudados, profundizaban la recesión y dependencia del acreedor.
En síntesis, un alivio que “cayó del cielo”, pero que exhibe con claridad meridiana la voracidad confiscatoria de los acreedores, máxime en la pretendida vuelta del país a los mercados de crédito internacionales, ya sin aplicación de la ley de administración financiera, por dto 846/24 y de espaldas al Congreso.