Al igual que gran parte de la vida, los encuentros sexuales y amorosos están atravesados por la virtualidad, especialmente por el universo de aplicaciones y plataformas de citas que, según especialistas y personas usuarias, así como “democratizan el erotismo” y amplían el abanico de modos vinculares posibles, también pueden conllevar frustración y el displacer del desencuentro.
En la última década, las aplicaciones de citas y la cantidad de usuarios han crecido de manera vertiginosa a nivel global y en Argentina, y con ellas los debates entorno a los “pro y contra de mediar el amor con tecnología”.
“Si ahora, y especialmente tras la pandemia, resolvemos todo con el teléfono y las plataformas, ¿por qué sacralizar el amor, por qué pensar que el amor tendría que estar únicamente en otro plano, en el presencial?”, se preguntaron la historiadora Karina Felitti y la socióloga Mariana Palumbo, ambas investigadoras del Conicet especializadas en estudios de género.
Consultadas por Télam, las fuentes aseguraron que, más que un problema, la tecnología resulta “democratizadora” en un contexto global en que “más horas de trabajo y menos tiempo y dinero para el ocio reducen las posibilidades de conocer gente en espacios sociales en persona”.
Las aplicaciones aparecen entonces como “un boliche abierto 24/7”, al que se puede acceder “constantemente a través del celular, que ya es casi una extensión de nuestro cuerpo”.
En esa línea, suele cuestionarse que las aplicaciones exacerban la fugacidad y lo efímero, consagrado en la lógica del deslizar entre cientos de perfiles, con quienes algunas citas se concretarán y otras tantas no.
“Por supuesto que hay cuestiones y registros del encuentro de las corporalidades cuando estamos cara a cara que no están presentes en una app, pero no por eso tiene que ser negativo ya que permite cosas muy interesantes”, sostuvo Palumbo.
Y agregó: “Allí también se construye lazo social, aunque sea de una manera más rápida, y también pueden permitir nuevas formas de sociabilizar y re-erotizarnos”.
Al igual que otros espacios físicos, las apps de citas se convierten en “un espacio de sociabilidad erótica, es decir, allí donde se da esta cosa lúdica de encontrarnos, a partir de vínculos eróticos y/o afectivos, que son múltiples y que no están necesariamente ligados al orden de la genitalidad o el sexo”, explicó la socióloga.
En parte por estas aplicaciones, pero inmerso en cambios socioculturales más amplios, las investigadoras señalaron que actualmente los y las usuarias adquirieron una “gimnasia en citas que no hubo jamás”.
Dedicada a la investigación de usuarios de aplicaciones de citas de 35 a 50 años, Palumbo observó que a muchas personas les permiten reinsertarse en el mercado erótico-afectivo luego de haber estado casadas muchos años o inmersas en múltiples roles y tareas.
María tiene 56 años y hace cuatro años, tras divorciarse del padre de sus hijos, se creó un perfil de Tinder “así, como jugando, con una amiga de mi hija”.
“Ante la vista de los chicos podemos parecer grandes, pero estamos en una etapa en que disfrutamos muchísimo de una pareja, sea casual o estable, del sexo y de la vida”, aseguró María, quien durante un año mantuvo una relación estable “salida de una app”.
“A esta edad somos un mundo y cuando te juntas con otra persona, son muchas las cosas que queremos hacer coincidir. No hay forma de que todo eso lo encuentres en alguien al pasar y en ese sentido las apps son una gran herramienta”, dijo a Télam.
Y añadió: “La conozcas por redes o en la calle, la gente que nos rodea es la misma. La diferencia es que en las apps se abre el espectro”.
Las experiencias que surgen de las aplicaciones son tan diversas como los usuarios de las mismas: desde José (33) y Magdalena (29) que, siendo dos completos desconocidos, él español y ella argentina, ‘matchearon’, mantuvieron una relación de seis años y ahora se casaron, hasta Julia (21) que hizo match con “alguien que ya conocía hace un tiempo pero que nunca había fichado”.
“Cuando me apareció en la app me hizo repensar qué onda esta persona que ya conocía pero que nunca había visto con interés amoroso”, contó a Télam, y agregó: “Hicimos match y un poco me asusté, pero a su vez me da seguridad saber quién es, conocer cosas de su vida”.
Sin embargo, no todo es satisfacción en las aplicaciones de citas, aunque tampoco lo era sin ellas.
Estas plataformas también presentan sus reveses ocultos: el miedo al rechazo, el displacer del desencuentro, el peso de las expectativas, la frustración de no encontrar lo que estaba prometido.
Tanto fuera como dentro del mundo virtual, así como hoy hay una mayor liberación de los cuerpos en términos sexuales, a diferencia de otras épocas “rige también la idea de la acumulación de las experiencias sexuales como un valor”, sostuvo Felitti.
Y agregó: “El capital sexual de una persona pasó a ser muy importante y esto muchas veces se torna una presión”.
“Hay como cierta publicidad de las aplicaciones que te prometen que va a ser fácil, que das tres o cuatro matches y ya vas a salir con alguien que te va a encantar. Después de un tiempo en la app, te das cuenta de que no es todo tan fácil como parecía y eso genera desilusión”, expresó por su parte Josefina (25), usuaria de Bumble y Tinder.
Asimismo, advirtió cierto carácter “adictivo” de las aplicaciones, ya que “podes pasar horas deslizando con la idea de quizás en un momento aparece alguien”.
“Es una gran carga de expectativas que uno pone, para que después no se termine concretando el encuentro o que no sea como uno lo esperaba”, aseguró la joven y agregó: “En general es difícil vincularse y obviamente una aplicación no va a resolver los problemas de comunicación, de vínculo, de relaciones amorosas que tenemos”.
En ese sentido, Belén Trejo, psicóloga de la Red de Psicólogxs Feministas, advirtió que las apps pueden generar “una sensación de objeto de góndola, donde yo paso las fotos, hago match, no hago, leo la descripción del producto, como si fuesen objetos a consumir”.
“Es importante no anular que la otra persona es una subjetividad, por más que se muestre como un todo que está apto para ser exhibido y consumido”, expresó la psicóloga.
Y concluyó: “Hay que descartar esto y adaptar las apps a nuestras formas más humanas, porque no es un encuentro maquínico, van a interactuar personas que pueden conectar o no a nivel físico, sexual, ideológico o de piel”.