“¡Auxilio, ayuda!”, gritó Gastón Heredia (42) al ingresar al Hospital Central San Luis en la capital puntana mientras cargaba en sus brazos a su pareja, Johana Morán (32), sangrando, prácticamente sin signos vitales. La sostenía por debajo de las axilas mientras la arrastraba por el pasillo y hacía todo el esfuerzo que podía para llegar hasta el sector de emergencias.
Eran las 3:10 de la madrugada del 27 de junio. Heredia había manejado a toda velocidad desde su casa, situada en el barrio Virgen del Luján, para intentar salvarle la vida a su mujer. Cuando Heredia irrumpió en la guardia lo vieron manchado con la sangre de su mujer, fuera de sí, lloraba desconsoladamente.
De inmediato, uno de los guardias de seguridad tomó a la mujer de los pies y lo ayudó a ponerla sobre una camilla para llevarla al shock room, sala de terapia intermedia. “¿Qué le pasó? ¿La asaltaron? ¿La hirieron? ¿Quién fue?”, preguntó el vigilador; a lo que Heredia respondió sin titubear: “Un tiro”.
Johana no había sufrido un accidente, un robo, un hecho de inseguridad. Su victimario fue Gastón mismo. Después de haberla golpeado con saña, poco antes de llevarla a la guardia, la remató de un disparo en el medio de los ojos.
En ese mismo instante, intervino un policía que estaba de servicio en el lugar, lo palpó de armas y al ver que no llevaba ninguna, lo demoró y dio aviso a la Comisaría Cuarta. Sin embargo, como Heredia seguía exaltado y se golpeaba la cabeza contra la pared el oficial le colocó las esposas y lo apartó del público presente. “Que a mí me pase cualquier cosa, pero que a ella no le pase nada”, le dijo al policía, según consta en el expediente judicial.
Pero las súplicas fueron en vano: Johana, descubrieron los médicos, tenía un cuadro de muerte encefálica.
Entonces, Heredia se entregó: “Fui yo. Deténganme, yo la maté”, admitió el agresor sin dudarlo. Tras dar aviso a la División Homicidios de la Policía de San Luis, intervino el Juzgado Penal 3 de la doctora Virginia Palacios.
“Actuamos en el acto y allanamos su domicilio alrededor de las 5 de la mañana. Encontramos el arma homicida al lado de la cama matrimonial y rastros de sangre de la víctima por todos lados, sobre todo en la almohada”, precisó la doctora Palacios.
“Durante el allanamiento se secuestraron un arma calibre 32, proyectiles, vainas servidas, dos teléfonos celulares (uno del agresor y otro de la víctima) y ropa ensangrentada de ambos. Hace suponer que la víctima estaba en situación de reposo cuando recibió el disparo por eso yo le sumo la alevosía a la acusación de homicidio agravado por el vínculo”, detalló la jueza.
Palacios agregó: “El disparo fue en el medio de las cejas, más cerca del ojo izquierdo. Lo hizo a una corta distancia, casi apoyando el arma sobre su cara”.
De acuerdo a los testimonios recolectados, la relación marital era complicada y hasta los vecinos habían sido protagonistas de discusiones y peleas que la pareja tenía con frecuencia. “Desde que comenzó la cuarentena la relación entre ambos empezó a ser más conflictiva y el motivo era por celos”, declaró un vecino en la causa.
Mientra aguarda los peritajes de los celulares, la magistrada cree que el femicidio se habría producido cuando él le revisó su teléfono: “Puede ser que él haya descubierto un mensaje. Pero el detonante a mi no me interesa porque está claro que Johana era víctima de violencia de género y el violento una vez que empieza a golpear a una mujer siempre va por más”, afirmó la jueza.
La mejor amiga de Johana declaró que la víctima ya no quería estar más con Heredia, que intentaba dejarlo. “Cuando le preguntaba si le pegaba, ella siempre respondía que se golpeaba con algo por no darse cuenta. Cuando le ofrecí ayuda para hacer la denuncia siempre cambiaba de tema. Yo creo que le tenía mucho miedo a su pareja y por eso no se iba”, declaró la joven.
En la familia de la víctima también era sabido que Heredia la golpeaba. Fue su propio hermano quien contó que meses atrás Johana había decidido mudarse a lo de su madre, donde permaneció durante una semana, porque el hombre la golpeaba.
Para Palacios, el caso está prácticamente resuelto. “Estamos frente a un femicidio. El cuadro probatorio es contundente e irreversible”, señaló la jueza, quien además indicó que las pericias de dermotest determinaron que Heredia tenía residuos de plomo, bario y antimonio en sus dos manos, la combinación química que indica el disparo de un arma.
Johana murió el sábado 28 tras permanecer 24 horas en terapia intensiva. Se aplicó la Ley de Donante Presunto y se hizo una exitosa ablación múltiple. “Sus padres también prestaron voluntad y firmaron para que se hiciera la extracción del pulmón, el corazón y el hígado. Fue un momento intenso para todo los que trabajamos en ese momento, pero dentro del dolor surgió algo esperanzador”, recordó la magistrada.
Dos días después, Heredia fue procesado con prisión preventiva por el delito de “homicidio agravado por el vínculo, por la alevosía, por mediar violencia de género y mediante el empleo de un arma de fuego”. Aconsejado por un defensor oficial, el acusado se negó a declarar y actualmente permanece alojado en una celda del Servicio Penitenciario de San Luis. “Por más que se mostró culposo en todo momento ya era demasiado tarde”, dijo la jueza.
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