por Adriana Derosa (*)

 

El título del espectáculo ya preanuncia una obra de teatro plural, múltiple. Una sucesión de historias rodean y problematizan la idea de familia, considerada como reducto sano y seguro. Pero la perspectiva de observación de esta realidad no se reduce aquí a la mirada monolítica de la autora: nos deja espiar desde todos lados en esta escena abierta, fluida, aireada.

Digan wisky es el compendio de cuatro situaciones independientes breves, que toman como ceremonias las cuatro comidas familiares. Pero a la vez, el conflicto que se desata impide que las ceremonias se realicen: no se pueden consumar, ya que son interrumpidas por la acción, y finalmente nadie desayuna, apenas almuerzan, ninguno merienda, y sólo una hermana cena.

El recorrido nos muestra el movimiento de los personajes alrededor de una mesa que los nuclea. A la vez, se cuestiona a la familia como lugar de refugio y punto de partida de la construcción vital. ¿Se puede compartir la vida cotidiana sin construir nada? ¿sin edificar experiencia?¿sin nido? Se puede.

Las historias son disimiles, y se permiten variar entre ellas hasta en la clave de la actuación. La primera, dinámica y lúdica, remite a los roles de la pareja, y las dificultades de comunicación. La segunda, mucho más perturbadora, es una fotografía silenciosa de aquello que no tiene palabra: las búsquedas de una pareja para tramitar un duelo que los ha dejado mudos. La tercera, con una vertiginosa modificación de código, juega en los bordes del grotesco, y lleva al público a la carcajada: el protagonismo absoluto de un miembro de la familia impide toda forma de construcción individual, ni colectiva. La cuarta, de tono más grave, recorre la desolación en la imposibilidad de compartir, ni la comida, ni el dinero, ni la suerte… ni siquiera la madre.

La obra corresponde a una dramaturga novel –Hebe Amancay Rinaldi- que se presenta en sociedad en la comunidad teatral marplatense, y además dirige. Las historias están bien escritas y defienden el conflicto teatral sin llenarlo de abalorios. Los actores se arriesgan a diferentes registros en la actuación, con la rapidez con la que cambian de cuadro, y muestran que pueden. En particular, las dos hermanas que componen Florencia Fusetti y Celeste García resultan desopilantes. Completan el elenco Pablo Milei, Cecilia Mesías, Diego Basadonne y Claudia Díaz.

El público la eligió, y en la sala no cabía un alfiler. Pero el público siempre sabe lo que quiere ver: un espectáculo joven, fresco, despojado. Una propuesta minimalista, limpia, lacónica, que habla con acciones. Si usted quiere participar de esta ceremonia va a tener que esperar, porque hay que reservar con tiempo. Los viernes en la sala de Cuatro Elementos, Alberti al 2700.

 

(*) Escritora, crítica de espectáculos teatrales.