Este fin de semana hubo definiciones en las provincias del sur de nuestro país alrededor de las que seguimos observando, cada vez con mayor contundencia, cuál es el verdadero objetivo del gobierno nacional en torno al armado electoral de cara a octubre.

Eso es así porque pasamos, en menos de dos años, de ver cómo celebraban casi con sorna los triunfos que Cambiemos obtenía sobre el peronismo a comportarse casi de la misma manera ante sus propios fracasos, sólo por el hecho de que de nuestra parte no hubiera triunfos, sin importar los votos ni las posiciones de cada uno. Lo único que les importa hoy no es ganar, sino que no ganemos nosotros.

El mismo mecanismo que aplicaron sobre el triunfo de los partidos provinciales de las últimas semanas, el pasado jueves fue ejercido en el recinto de la cámara baja del Congreso Nacional cuando en lugar de debatir entre todos los legisladores sobre proyectos de ley fundamentales para la coyuntura actual, el oficialismo se dedicó a provocar y a no dar lugar a que se desarrollen las actividades con normalidad, no dando quórum por un lado y luego obstaculizando la votación para que, finalmente, ninguna de las leyes fuera aprobada.

Entre ellas, la ley de emergencia tarifaria, que retrotraía las tarifas y las congelaba por un año para impedir nuevos aumentos. También descuentos a jubilados y pensionados en el impuesto a las ganancias y sobre el IVA, la declaración de emergencia en Educación y Salud y demás cuestiones vitales para los trabajadores argentinos y los niños, que son los que más están padeciendo las políticas del hambre del gobierno antipatria que aún estamos soportando.

Entonces lo que primó en Diputados, en una jornada de alta tensión social con manifestaciones masivas y posterior represión desatada de manera arbitraria en las calles de la Ciudad de Buenos Aires, fue una cuestión de poder político y no el uso responsable del lugar de representación popular que les compete a cada uno de los que allí ocupan una banca en nombre de la población. Lo único que hicieron desde el gobierno ese día fue burlarse de todos, haciendo una vez más de la cuestión política un circo mediático en el que los mayores perdedores son los más vulnerables.

Porque no debemos olvidar que esto sucede luego de que se dieran a conocer los nuevos índices de la pobreza en un país en el que un litro de leche sale más caro que un litro de nafta y donde importa más demostrar quién tiene el poder que hacer política para transformar la realidad de la comunidad.

Ahí es donde se encuentra nuestra gran responsabilidad histórica, ya que cuando todo es tan evidente lo que nos resta es poder explicar y rápidamente accionar para que no se pierda, mientras tanto, el sentido de la herramienta que tenemos en las manos para hacer un país en el que todos estén realmente incluidos. Porque ellos, los que odian al pueblo, están en clara retirada llevándose puesto todo cuando quede en pie para luego vendernos por dos monedas al mejor postor, pero a su vez saben bien que mientras ellos destruyen existe una fuerza que trasciende todo horror y que siempre está dispuesta a sacarnos de entre los escombros para sonreír de nuevo.

El General Perón decía que “(…) La misión del que gobierna un país es muy simple, sumamente simple: la obligación fundamental de un hombre de gobierno es hacer la felicidad del pueblo y labrar la grandeza futura de la Nación.

Cuando el gobierno cumpla esos dos aspectos, lo demás es todo secundario. Hay que tener un pueblo feliz, sin hesitaciones y sin apuros, trabajando tranquilamente por labrar esa grandeza a lo largo del tiempo. No hay que sacrificar a una generación para que otra pueda disfrutar, que es ya un cuento muy viejo y conocido. Debemos trabajar despacio, en un ambiente de felicidad y de dignidad en esa tarea, porque así, ‘piano, piano’, llegaremos en los años y, si no en los siglos, a labrar la grandeza de la Nación”.

Retomar ese rumbo es la tarea que hoy tenemos ante esta realidad dura y cruel que todos estamos viviendo, como militantes y como dirigentes, pero por la que de ninguna manera debemos doblegarnos ni rendirnos ya que este año es y será la bisagra para volver a avanzar sobre la Argentina de los trabajadores. Depende de todos nosotros hacer la diferencia.

Por Marco Antonio Leiva

Referente Identidad Peronista