Nota escrita por Natalia Muñoz, redactora de MdpYa

Al día le pasaron ya 18 horas y todavía no hablé con mi mamá. Nadie me asegura que no sea ella. Hace 32 horas no intercambio reels con mi hermana. Me incomodo. ¿Estará bien? Hace 18 días mi amiga comenzó su nueva vida en ciudad capital, eso son como unas 432 horas, pero con ella hoy sí hablé, le hablé cuando me enteré, le hablé como quien estira el brazo para alcanzar algo sin levantarse de la silla, le hablé de la calidez que me da su sensibilidad y de lo que extraño eso por estos días.

Según datos oficiales, en Argentina hay una víctima de femicidio cada 29 horas. Así lo anunciaron al cierre del primer semestre de este año desde el Observatorio de Femicidios de la Defensoría del Pueblo de la Nación. Se entiende por femicidio al asesinato de una feminidad en manos de un varón por el hecho de ser mujer, en un acto de misoginia. Nos matan porque somos mujeres.

Lo que escribo es perverso. Es como en Lost, esa serie en la que si los personajes no apretaban un botón cada cierto período de tiempo algo terrible sucedería. No se sabía bien qué, pero tampoco era cuestión de averiguarlo. Ahora que lo pienso, con eso se me cae la comparación. Acá, en la vida real, sí sabemos qué y cada cuánto, el cómo da pánico, pero eso tampoco es cuestión de averiguarlo.

Por eso una toma recaudos. Si está oscureciendo y no anda mucha gente afuera, camino por la calle: me da más espacio para salir corriendo si lo necesito. Siempre llevo la ubicación del teléfono activada. Pongo en jaque mi libertad avisándole a alguien siempre dónde estoy. Si me subo a un remis o taxi o Cabify sola, lo primero que hago es bajar el vidrio y mandar un audio, así sea al chat que tengo conmigo misma, avisando que estoy yendo, que pongan la pava.

Me ofusco con mis amigas cuando no avisan si llegaron bien después de una salida. Con la que vive al extremo norte de la ciudad, con la que se hizo la casa bien al sur, con la que va con su hijita en el asiento de atrás del auto, con la que hace meses no me hablo. Avisen, pienso, no cuesta nada. Todo eso mientras me enojo por esta dependencia de tener que estar constantemente publicando: eu, sigo viva. Hoy no me tocó.

Se me caen las lágrimas. Qué hipócrita de mí, pienso. Siempre creí que si no había compartido al menos un mate lavado no me iba a doler. Pobre. Como si pudiera así generarme un callo que me proteja del impacto de las 29 horas. Qué mentirosa, si Micaela y Lucía ya me demostraron lo contrario.

Debe ser de lo más desolador morir con miedo.

La primera persona de todo esto un poco me (auto)genera cringe. Pobre niña blanca y rica. Aunque blanca no soy, aunque esta semana me enteré que según estadísticas soy clase media baja (y eso hasta nuevo aviso), aunque ya pasé los 30 hace 17.520 horas, o 604 períodos de 29 horas. Pobre mujer hetero cis, pienso, cómo si pudiéramos llamarle privilegio a gustar de un varón.

La línea 144 está siempre abierta. Fin. Eso publican los que la vaciaron, quienes celebraron el cierre de todo organismo de género un 8 de marzo; quienes practican, como el personaje de Francella en El Encargado, su cara de congoja porque el ex presidente resultó ser un violento, además de un montón de atributos negativos y repudiables que ya se conocían y que no interesan detallar aquí. Que intervenga la justicia en proceso y en condena, con Fabiola y con todas las que todavía pueden denunciar.

Hoy casi suspendo la agenda, como si pudiera darme el lujo de saltear una jornada laboral por el dolor que me generó conocer que el cuerpo hallado adentro de una heladera en una casa de Grecia y Libertad era el de Rocío, a quien una ciudad buscaba hace cinco días. Se ponen más creativos para destinarnos la humillación en todas sus aristas que para intentar encausar aunque sea algo de sus patéticas vidas. El daño que nos ha generado oficiar de garantes emocionales generación tras generación es mortal.

Mi amiga que fue mamá hace poco me escribió mientras armaba la nota y me pedía detalles. Sus mensajes eran en mayúscula. Hace unos meses fue mamá de una nena hermosa y yo le conté hasta ahí, para no sugestionarla, como si no pudiera informarse por otros medios.

Las ventajas de saber antes, de saber más, de saber de primera mano son divertidas para no quedarme sin entradas para un show, son útiles para saber si hay bondis. Para estos casos no las prefiero, pero no se puede des-saber.

Y eso es todo lo que puedo hacer. Puedo escribir unos párrafos sin ver por mis ojos vidriados. Puedo redactar la noticia. Y puedo redactar la noticia nueva que va a llegar con información de cualquier otra mujer dentro de 29 horas. Todavía no sé su nombre y ella todavía no sabe que le va a tocar. Qué ilusa de mi parte, ¿no? Quién dice que mi nombre no está en esa ruleta.