Estados Unidos acaba de superar la sobrecogedora barrera de un millón de muertos debido a la COVID-19.
Lo hace en un momento en el que vuelven a aumentar los contagios de la variante ómicron, pero con efectos mucho menos graves y con una población que lo único que quiere es pasar la página de la pandemia.
Las imágenes de la primavera de 2020, cuando la gente angustiada hacía cola para hacerse test, las calles estaban vacías y los comercios cerrados, parecen ahora de otro mundo. Nueva York, por ejemplo, vuelve a ser un hervidero de turistas, con las tiendas llenas, al igual que los teatros. La mascarilla ya no es obligatoria y solo se aconseja portarla en interiores por precaución.
“Tenemos que seguir vigilantes” ha advertido el presidente estadounidense, Joe Biden.
La simbólica cifra sitúa a Estados Unidos como el país con más muertos por coronavirus en todo el mundo, por delante de Brasil, la India y Rusia. Y eso pese a la vacunación generalizada, con dos tercios de la población totalmente vacunada y más del 90 % entre los mayores de 65 años.