Durante toda la temporada teatral se llevaron a cabo algunas funciones de teatro, que junto con otras acciones se incluyeron en el llamado Proyecto Yanícola. Se trata de un plan para poner en foco la enorme obra dramática que constituye el legado del artista marplatense Guillermo Yanícola.
Cuando el proyecto se presentó, en septiembre anterior, se habló de cinco obras escritas por el autor. Claudia Mosso dirigiría “Disparate”, Marcelo Marán “Los fines”, Paola Belfiore y Federico Polleri estaban trabajando con “Los que están sentados” y Daniela Parrinello abordaba “Estrella de Mar”. La única puesta que sería autodirigida por sus actrices sería “Floresta”. La propuesta era trabajar con todo el material disponible, y se planeaba que -si se habilitaban los teatros para la temporada- se pudieran presentar algunas de ellas. Así fue que pudo llevarse a cabo parte de este enorme artesonado de Proyecto Yanícola, que es una iniciativa gestada por las hijas del artista -Camila y Violeta- junto con la actriz, docente y directora Claudia Mosso y el actor Fausto Ruidaz.
Y como todo se cumplió, una de las obras que estuvo en cartel fue “Estrella de Mar”, y Daniela Parrinello recibió el premio homónimo en el rubro mejor dirección marplatense. Su propuesta se presentó todos los miércoles del verano a las 21 en el Galpón de las Artes, con la interpretación de Néstor González y Gisella Cerro, y vuelve este sábado 12.
Es evidente que el trabajo de gestión individual, aunque incluido en aquel proyecto colectivo, tuvo el motivo permanente de recuperar y mantener el código Yanícola en todo lo posible: aquel en que la línea de sentido se construye demostrando la independencia entre el recorrido de la acción y el texto del parlamento. Es el sello dramático que el artista supo imponer, y el que se recupera en Estrella de Mar, donde los personajes forman una pareja que habla sin cesar acerca de las peculiaridades de las esas palabas que utilizan, mientras en realidad están desarmando un matrimonio, desarmando eso que fueron, y llenado las valijas de los escombros que quedan de lo que una vez tuvieron.
La tarea de dirigir la obra de un artista muy querido que ya no está, es muy exigente. Porque ese director/a sabe que nunca será mirada con ojos nuevos, porque se inscribe en una genealogía de creación marcada desde antes de que su trabajo se iniciara. En este caso, Daniela Parrinello buscó la forma de recrear -a través de un despliegue de estrategias de puesta- los distintos espacios de una obra con enorme cantidad de texto, que necesitaba ser dinamizada. Y lo logró.
El público se dispone en distintos espacios, y adquiere perspectivas diferentes de lo que acontece en los variados escenarios, que han sido dispuestos a requerimiento de la acción. La pareja atraviesa otros tantos estados, en este proceso de desarmar lo que se ilustra como la prisión de una pareja que no ha podido ser priorizada por un varón artista. En este desarmar se desarma, y desarma sus espacios y su pertenencia al espacio que una vez fue casa.
Si algo define esta apuesta es la dinámica y el movimiento: una pieza fundamental de quienes han hecho su parte para que -una vez más- el espíritu de Septiembre (como era su nombre de clown) sobrevuele la sala.
Quizá todos esperábamos a que el coqueto living de la entrega de los Premios Estrella de Mar se pusiera de pie en un merecido homenaje unánime a quien fue quizá el dramaturgo más prolífico que tuvimos. Pero no pudieron. Nuestras autoridades estuvieron ocupadas con otras cosas. Con Nico Vázquez, por ejemplo. Que debe ser un tipazo.
Adriana Derosa