El pasado sábado 4 de agosto, Susana Beatriz Montoya de 74 años fue encontrada muerta en su casa de Córdoba por su hijo, Fernando Albareda. Las amenazas que recibía la familia se contaban de a decenas, por semana y desde 1979: Ese año, el subcomisario Ricardo Fermín Albareda fue secuestrado, torturado y asesinado en el marco de la última dictadura cívico militar. Ricardo era el marido de Susana, el padre de Fernando.

“Los vamos a matar a todos. Ahora vamos por tus hijos #Policia” decía una nota anónima escrita en rojo y pegada en una de las paredes de la casa de Susana, junto a su cuerpo. Fernando, quien es militante de HIJOS, había recibido una amenaza similar el pasado 9 de diciembre: “Te vamos a juntar con tu papito“; “sos hijo de terrorista”; “se te terminaron los amigos”; “no vayas más a la escuela ni a la jefatura. Vas a morir” fueron los mensajes que encontró entonces el hijo de la víctima, junto a seis balas calibre 22 largo. 

El lunes, Fernando brindó una entrevista al medio El Destape Radio. Puntualmente, habló con el periodista Ari Lijalad, a quien le contó cómo encontró a su mamá y cómo sigue su vida. “Ayer (por el domingo) recibí el informe de la autopsia y cuando nos dijeron en el estado que estaba decidimos no verla. No se si podré verla ahora”, dijo el hombre que encontró a su mamá muerta en el patio.

“Yo le decía a mi mamá que no pasaba nada, que me habían amenazado muchas veces. Y pasó. Siento una impotencia, una culpa”, comentó angustiado. Montoya sabía que le escuchaban los teléfonos y, según los relatos del hijo, su temor era vívido ante cada amenaza. Con décadas de intimidaciones sobre la espalda, anhelaban que se limitaran a ser eso: actos de intimidación. Pero no.

Amenazas encontradas en la casa de Fernando Albareda

“Cruzaron límites. A mi me amenazaron 200 veces”, dijo Fernando. Para él, ese límite se cruzó a fines del año pasado: “Con el cambio de gobierno aparecieron las amenazas. Los carteles los pegaron con balas”, detalló sobre las amenazas que recibió en su casa.

El límite era semejante grado de violencia. “Yo pensé que se iban a quedar en amenazas, que no iban a pasar ese límite. Pero mi mamá siempre tuvo miedo y me lo trasmitía”, se sinceró durante la entrevista. “Me amenazaron 200.000 veces. Me cruzaron el auto y me apuntaron con una 45 a la cabeza. Creo que no dispararon porque en el auto estaban mis hijos”, añadió. Hoy, su hijo no quiere salir de su casa y su hija le sugirió refugiarse en el exterior.

El repudio de organismos de derechos humanos, sindicatos y demás entidades por el asesinato de Susana Montoya no se hizo esperar una vez conocida la noticia, pero hay cierta cautela. El miedo es nítido y los discursos negacionistas (re)toman acciones violentas mientras no hay institución estatal que las repudie ni frene.

Pasan los días y al momento no hay mayores certezas que permitan acercarse a la justicia. “Del gobernador para abajo quiero audiencia con todo el mundo. No voy a parar. Si me tengo que encadenar en la casa de Gobierno lo haré”, aseveró el militante de HIJOS. 

Subcomisario Ricardo Fermín Albareda

A Albareda padre lo secuestraron el 25 de septiembre de 1979. Según comentan, desarrollaba una carrera ejemplar cuando en 1971 conoció a Enrique Gorriarán Merlo, combatiente del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Fue allí cuando, en palabras de su hijo, “empezó a hacer inteligencia dentro de la policía”.

“El mandato de mi papá era avisarle a los compañeros cuando estaban por ser secuestrados, porque todo se hacía por handy”, ilustró Fernando. Pero al tiempo la policía empezó a buscar “al traidor”, y en septiembre del 79 “fue secuestrado por civiles del D2 de Córdoba y llevado al centro de tortura y asesinado”.

Albareda hijo intenta bucear en el “por qué ahora”: “Los asesinos de mi padre fueron condenados y son policías. Pero hoy la policía de Córdoba esta plagada de sus hijos”, dijo en la entrevista radial.

En esa búsqueda, el hombre contó que logró “que la Policía de Córdoba reconociera el delito cometido por sus policías y que le corrigieran el legajo a mi papá”. Eso, entre otras cosas, se traduciría en una suma de dinero importante que Susana debía cobrar por estos días.