Podrá verse en el escenario de La Maga Casa de Teatro, la obra escrita y dirigida por Mario Carneglia, con las actuaciones de Marcelo Rigl, Clara Armayor, Lorena Parisi, Romina Pereyro, Mali Ardiles, Claudia Paris y Nicolás Maggi.
Dice el material de prensa que el espectáculo relata la llegada de una profesora de comedia musical a El umbral de paz, centro de contención para indigentes, granja educativa y de rehabilitación para las adicciones. Pero lo cierto es que – en realidad- la obra relata varias cosas más. Relata el hambre de piel, definido como la necesidad de contacto humano, más allá de cualquier otra cosa. Es decir, más allá de las consecuencias. Hambre de amor de madre, de fidelidad de amigas, de cariño de pareja, de los brazos del amante. Hambre, de ése que mueve a la gente hacia otro lugar distinto de donde estaba. Hambre imprevisible.
Todas las cosas trascendentes se hacen por hambre, es decir por deseo. Y aquí la locura aparece como el refugio donde se deposita el dolor extremo de un deseo que no se atiende. Una locura que se aparta de cualquier tentación romántica, salvaje y primitiva recorre el escenario e invade los cuerpos de los personajes. Los espectadores, entre la risa y el espanto, son invitados a presenciar el despliegue del hambre en estado puro.
Mario Carneglia ha demostrado ya su destreza para delinear la escena en la estética del grotesco, en su dimensión más criolla. La que pone en primer plano el humor que florece en el barro del desastre. Esta vez sale airoso del desafío de llevar a cabo su empresa con actores más jóvenes, que logran formar parte de un mecanismo de relojería, que trabaja sin descanso para fabricar eso que llamamos actuación. Estos pacientes del hospicio funcionan escénicamente como un bloque único que no se detiene, y lleva al espectador hasta el final, como prendido de un hilo invisible.
La clave de la obra es –sin duda- el ritmo escénico arrollador, que vale más que ninguna otra cosa a la hora de vivir el efecto de la teatralidad. Vale la pena visitar El Umbral de Paz, y salir airoso del intento. Si es que a usted lo dejan volver a su casa, porque sólo la carne puede saciar un apetito semejante.
Adriana Derosa.