El Gobierno ya analiza un dato preocupante: las empresas privadas, sobre todo las que tienen activos físicos altamente influenciables por el alza de precios, ya toman como un dato cerrado (no abierto al debate) que la inflación este año tendrá un piso del 30%.

Y es sobre este porcentaje que comienzan a elaborar sus planes financieros y presupuestos de costos e inversiones de capital para todo el ejercicio.

Esto incluye la estrategia estructural de precios finales que plantearán al público, tanto para bienes como para servicios. Y, en parte, incluye en lo que los técnicos denominan “inercia inflacionaria” hacia los precios y que deriva mes a mes en una herencia en la presión alcista de los precios. Además de obviamente alejarse ya definitivamente del 23% que se incluye en el Presupuesto Nacional para el 2019 aprobado el año pasado y del 28% que hace una semana estimó el Ministerio de Hacienda de Nicolás Dujovne ante el Fondo Monetario.

El peor dato es que el 30% es piso, y podría ir ajustándose al alza en el segundo semestre del año.

El anticipo sobre un 30% de inflación para este año, venía siendo distribuido por varias de las consultoras más importantes del país que elaboran informes para las grandes empresas privadas, especialmente las denominadas “formadoras de precios”. Sin embargo el dato se venía sosteniendo más como una opinión que como una certeza. El clima cambió radicalmente el jueves 14, día en que el INDEC anunció que el IPC de enero llegaba al 2,9%; superando todas las expectativas tanto oficiales como de las mismas consultoras que esperaban en promedio un 2,5%. La proyección terminó de cerrarse cuando las empresas comenzaron a recibir los informes esperados para febrero, donde se espera un alza de los precios de entre 3,3% y 3,5%; tendencia que continuaría en marzo. Si esto se cumpliera, en el primer trimestre del año el alza de los precios se ubicaría en un acumulado de cerca del 10%. Para que se cumpla el Presupuesto entre el segundo y el cuarto trimestre del año la proyección debería alcanzar un acumulado de menos del 14%, lo que a esta altura (y con sólo un dato para todo el año) es una utopía. Lo que esperan las empresas, siguiendo los indicadores privados, es que en el segundo trimestre el dato sea algo más bajo que el período enero-marzo; y que recién para julio la empresa comience a operar a un ritmo de 2% mensual, con el que se llegaría a las elecciones de octubre. Y que los efectos del plan de restricción monetaria recién tengan sus efectos concretos en los precios luego de julio.

Desde el mercado financiero la interpretación que se hace es similar. Según el último informe de la Consultatio, “el análisis de los datos de inflación de enero muestra que el componente inercial de la inflación sigue siendo alto” ya que “la a suba de precios está siendo generalizada”. Para la consultora, “el frenazo de emisión monetaria que significó el nuevo régimen todavía no terminó de impactar en los precios. Además de los rezagos esperables que tiene la política monetaria, lo cierto es que al momento de lanzarse el plan los agregados venían creciendo al 45% interanual, y que a casi 5 meses de haber (casi) frenado el crecimiento de la base, el ritmo actual todavía es del 32%”.

Por su parte, Quantum menciona que “en términos de control de la inflación, el dato de enero de 2019 refleja un desacople entre las expectativas iniciales del programa y lo efectivamente observado. De hecho, los límites de la zona de intervención cambiaria se ajustaron al 3% mensual en el período octubre-diciembre 2018 y al 2% en enero-marzo 2019, lo cual indirectamente refleja la expectativa oficial de inflación al intentar mantener constante el tipo de cambio real bilateral. Por eso el dato de inflación del 2,9% encendió algunas alarmas, que de persistir más allá de lo proyectado puede dificultar el objetivo de reversión de la crisis y reelección de Macri”.

El Gobierno, y muchos privados, confían en que la presión inflacionaria puede comenzar a ceder y que los promedios mensuales ubicarse cerca del 2% (no mucho menos este año), recién para agosto o, en el mejor de los casos, hacia julio. Y que, en consecuencia, en el segundo semestre podría acumularse un número cercano al 12%. El problema para el cálculo final de 2019 es lo que pueda suceder en el segundo trimestre. Allí estará la clave sobre que tan lejos del 30% se podría ubicar el número final del año. El Gobierno confía en que hacia mayo comenzarán a notarse los resultados de la política de restricción monetaria y de la recesión, luego que haya pasado lo peor de la temporada de ajustes de tarifas de servicios públicos. Y que para junio o julio habrá buenas noticias que lleven tranquilidad a agosto. El problema es que si esto no se diera y continuara el ritmo alcista hasta julio, el 30% final incluso corre riesgo de quedar corto. Hay algo inevitable: la inflación ya proyectada impedirá que el Gobierno de Mauricio Macri acumule en su gestión una inflación de no menos del 190%.

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