Me voy pero me quedo, aunque Boris Johnson no lo dijo con estas palabras, así concluyó la semana en la que los conservadores defenestraron a su líder y el empujón final se lo dieron dos pesos pesados de su Gobierno al frente de dos ministerios clave: el ministro de Economía y Hacienda, Rishi Sunak, y el ministro de Sanidad, Sajid Javid. Desde su escaño este último dijo que la integridad estaba por encima de la lealtad, y que basta ya. Detrás se fueron más de 50 cargos ministeriales.
Reconocer errores no es lo suyo, y a las doce y media de la mañana del jueves, Johnson anunció que se marchaba obligado por su equipo de Gobierno, no por convicción personal de haber fracasado. Luego se apresuró a colmar las vacantes y anunció que solo se irá cuando el partido haya elegido a un nuevo líder, lo que puede llevar hasta el otoño.
En efecto, su mandato comenzó con el enorme espaldarzo de los electores, que el doce de diciembre de 2019 le dieron 80 escaños en la Cámara de los Comunes. Fue la mayor victoria conservadora desde Margaret Thatcher. Un apoyo dentro y fuera del Parlamento para aprobar la ley del Brexit y sacar al Reino Unido de la Unión Europea.
Con la pandemia llegarían sus errores y aciertos
El error de minusvalorarla y la consiguiente muerte de miles de personas, él mismo se contagió y tuvo que ser hospitalizado. El acierto de organizar una rápida y eficaz campaña de vacunación masiva.
Pero fue el confinamiento lo que cavó su tumba, al celebrar numerosas fiestas en Downing Street en clara violación de las reglas que él mismo impuso al resto de la población. Entre negaciones, mentiras y tergiversaciones, fue consumiendo su credibilidad y acabó siendo el primer jefe de Gobierno británico en ser multado por violar la ley.
Aún así se salvó de una moción de censura de los diputados de su partido, pero quedó tocado: el 41% votó para que se fuera, conscientes de que su credibilidad moral ya estaba destruida ante los electores. El 24 de junio, en unas elecciones parciales, estos privaron a los conservadores de dos feudos que entregaron a la oposición.
Y tras el Partygate llegó otro escándalo
Cuando se supo que Johnson había nombrado jefe de su disciplina parlamentaria a Chris Pincher, un diputado acusado de acoso sexual. Y esta fue la gota que colmó el vaso de los conservadores, que optaron por defenestrar a su líder después de 2 años y 349 agitados días en el poder.
Ahora comienza la elección de un nuevo líder conservador, el elegido tendrá que lidiar con el espinoso legado de Boris Johnson: un partido dividido y un país sumido en una crisis política y con la economía corroída por un 9% de inflación, la peor desde hace 40 años.