Los datos surgen del Indicador Barrial de Situación Nutricional (IBSN) durante el primer trimestre de 2021, la malnutrición alcanzó al 46.16% en niños y adolescentes. En el grupo etario que abarca de los 6 a los 10 años, los indicadores de malnutrición superan el 50%.
En el transcurso del primer trimestre de 2021, el Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (Isepci), en conjunto con la organización social Barrios de Pie, llevó adelante la construcción del Indicador Barrial de Situación Nutricional (IBSN), una herramienta que permite realizar la detección precoz de malnutrición a niñas, niños y adolescentes que asisten a 45 merenderos y comedores comunitarios en 33 barrios de la ciudad.
El Director Isepci en Mar del Plata, Rodrigo Blanco, afirmó: “Los resultados ponen de relieve las problemáticas profundas de nuestra realidad actual, que deberían ser la prioridad de las políticas públicas. Genera alta preocupación el 46,16% de malnutrición sobre un total relevado de 1809 niños, niñas y adolescentes de 2 a 19 años. De ese total, presentan sobrepeso un 21.7% y obesidad un 22.8%. Mientras que el indicador de déficit por bajo peso muestra un 1.6%, y en riesgo de bajo peso casi 3% de la población relevada. Cuando distinguimos grupos etarios encontramos algunas diferencias: en el grupo de 2 a 6 años, el 35.6% relevado presenta malnutrición; en el grupo de 6 a 10 años, más de la mitad (53.8%) presentan malnutrición; y en los adolescentes de 10 a 19 años, el 50.3% está alcanzado por alguna variante de malnutrición”.
“Estas cifras nos afirman la tendencia de que la malnutrición infantil y juvenil se ha consolidado en alrededor de la mitad de la niñez y adolescencia de los barrios populares, sobre todo entre los 6 y 19 años, con énfasis en el sobrepeso y la obesidad, lo cual pone en evidencia la existencia de problemas crónicos y estructurales en una buena parte de la población para acceder a alimentos nutritivos en cantidad y calidad necesarios”, agregó Blanco.
El informe arroja también cifras preocupantes respecto de la situación nutricional de los lactantes: el 28,66% relevado entre 0 a 2 años, se ubica en algunas de las variantes de malnutrición. Las causas, en la mayoría de los casos, son factores modificables durante el embarazo (bajo o alto peso del niño/a al nacer, ganancia de peso excesiva de la madre, diabetes durante el embarazo), complementación de la lactancia materna con otras leches de manera temprana (en muchos casos por la necesidad de la madre de salir al mercado laboral precarizada sin contar con la posibilidad de amamantar al lactante) o causas prevenibles durante los primeros meses de vida (consumo de alimentos con alto contenido calórico pero bajo valor nutricional, complementación inadecuada de la lactancia materna). Esto evidencia un grave déficit en el acceso al sistema sanitario de las madres durante el embarazo y los primeros meses de vida de los lactantes.
En relación al indicador talla/edad, indica el informe que presentan baja talla, el 6,14% de la población de 2 a 19 años relevada, incrementándose esa cifra en el grupo de lactantes (asciende al 17,1%), sumado a un 12,5% de riesgo de baja talla. “Aunque las causas son variadas, la principal sigue siendo la desnutrición crónica, es decir, niños y niñas que durante largos períodos de su vida no han recibido los nutrientes necesarios para tener un desarrollo acorde. Puede ser debido tanto a falta de aporte alimentario como a procesos infecciosos crónicos que produzcan esta situación u otras enfermedades. De cualquier modo, la ineficacia del sistema sanitario para detectarlos y tratarlos nos habla de que no solo las estrategias de prevención y promoción están fallando, sino también el derecho de esta población a acceder a una atención oportuna”, explicó Lorena Quiroga, quien coordina el equipo territorial encargado de los relevamientos, y pertenece al Movimiento Barrios de Pie.
El informe del Isepci sostiene asimismo que el aumento sostenido del precio de los productos frescos (carnes, lácteos, frutas y verduras) agravó la tendencia del reemplazo de alimentos nutritivos por alimentos rendidores en las mesas de los hogares más humildes. Así, mientras baja la ingesta de proteínas, hierro, calcio y vitaminas, sube la de hidratos de carbono y grasas. Al mismo tiempo, se consolida la situación de la preocupante adaptación de la dieta de la niñez a la de los adultos, sin complementar con productos necesarios para su desarrollo durante la lactancia y primera infancia principalmente.
Rodrigo Blanco, director a nivel local del Isepci, sostuvo: “De este modo, durante el período de cuarentena y pandemia, el proceso inflacionario, la caída del empleo, el cierre de comercios y pymes, la menor posibilidad de realizar changas impactaron fuertemente en los sectores más vulnerables, comprometiendo aún más las posibilidades de las familias de cubrir la canasta básica de alimentos. Profundiza esta situación la incompleta oferta de las políticas públicas para combatir la malnutrición. Los programas de asistencia alimentaria, hasta ahora han demostrado ser insuficientes, como hemos analizado con respecto a la tarjeta Alimentar. La entrega directa de alimentos se limita a productos secos con escaso o nulo valor nutricional, lo cual precariza, tanto el contenido de los bolsones de alimentos que se entregan a las familias, como el sostenimiento de los comedores comunitarios, imposibilitados de construir comidas de calidad nutricional ya que no disponen muchas veces de alimentos frescos, como carnes, huevos, lácteos, verduras y frutas”.