La producción de biofármacos aumentó su desarrollo en la última década, a partir de nuevas empresas nacidas del estímulo de universidades, el sistema científico tecnológico y el Estado, que generó un potencial importante para su crecimiento en los próximos años, con la consecuente generación de empleo y divisas para el país.
“Argentina ya es parte de esta revolución de la industria farmacéutica. En nuestro país trabajan 350 laboratorios, de los cuales la mayoría son empresas de capitales nacionales con plantas industriales radicadas en el país”, indicó a Télam el secretario de Economía del Conocimiento, Ariel Sujarchuk.
Destacó que “también hay experiencias de las provincias y municipios que participan en el mercado de fármacos con alrededor de 40 laboratorios estatales de fabricación de medicamentos”.
“Tenemos investigadores muy formados y con una gran experiencia que podrían generar principios activos y drogas biotecnológicas en nuestro país”, subrayó Sujarchuk.
Sostuvo que “eso sería un paso fundamental para profundizar el desarrollo de la industria y también para continuar con la política de sustitución de importaciones sobre la que estamos trabajando”.
Por su lado, Esteban Corley y Mauricio Seigelchifer, cofundadores de la firma pharmADN, recordaron que “en la década del ’80 cuando surgió la biotecnología en todo el mundo, en Argentina estaba mal visto pasar de la academia a la industria”.
En cambio destacaron que “hoy no sólo no está mal visto, sino que la misma universidad y los sistemas científico tecnológicos promueven el surgimiento de emprendimientos”.
Desde 2018, estos científicos dictan un curso en el Centro de Rediseño e Ingeniería de Proteínas de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) para transmitir su experiencia como fundadores de empresas y así “hacer menos tortuosa la experiencia de pasar de la academia a la industria”.
“A diferencia de cuando empezamos nuestra carrera en la industria, hoy hay aceleradoras de startups y grupos dispuestos a financiar proyectos. Hace más de una década no nos querían dar subsidios para desarrollo tecnológico porque estábamos en el sector privado”, remarcaron.
Pero durante los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner se le dio mayor impulso a la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, con instrumentos como el ya existente Fondo Tecnológico Argentino (Fontar) y el Fondo Argentino Sectorial (Fonarsec) creado en 2009.
Y la última semana se obtuvo la sanción en el Congreso de la Ley de Bio y Nanotecnología que otorga beneficios fiscales para el sector.
“Estos logros generan entusiasmo y dan cuenta de la efervescencia de la biotecnología en Argentina. No es el mismo país que en el que nosotros empezamos. El sector biofarmacéutico atraviesa un auge y tiene un potencial que no tenía 30 años atrás”, aseguraron Corley y Seigelchifer.
En este mayor desarrollo de la industria, varios emprendimientos argentinos consiguieron financiamiento en Estados Unidos.
Uno de estos emprendimientos es Stämm Biotech, que diseña fermentadores por microfluídica, consiguió una inversión de US$ 17 millones y emplea a unas 150 personas.
Por su parte, el director de la empresa Inmunova, Linus Spatz, puntualizó que “hay un semillero de empresas de base tecnológica enorme”, y señaló que “el año pasado se fundó la Cámara Argentina de Biotecnología Joven y ya cuenta con 71 empresas, desde Jujuy hasta Chubut”.
“Soy muy optimista en cuanto al futuro de la biotecnología. Ya el presente cambió muchísimo en los últimos diez años”, afirmó Spatz.
Además destacó que “hay fondos de inversión que están invirtiendo y que ya ganaron dinero gracias a muchas de estas empresas”, y añadió que “existen aceleradoras e incubadoras y algunos jugadores fuertes que realmente están cambiando la realidad del sector”.
“Esto despertó el interés de científicos del Conicet, y muchos de ellos están creando sus propias empresas. La base científica de Argentina siempre fue muy buena y lo sigue siendo”, sostuvo Spatz.
Por su parte, Graciela Gutman, Pablo Lavarello y Juan José Pita, investigadores del Centro de Estudios Urbanos y Regionales (CEUR) dependiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), destacaron que “el sector muestra un fuerte perfil deficitario en su inserción internacional. En 2015 el déficit del balance comercial alcanzó a más de US$ 1.000 millones, explicado en más del 50% por la importación de anticuerpos monoclonales”.
En un documento producido para el programa Argentina Productiva 2030, no obstante, destacaron que “este proceso comienza a dar signos incipientes de contención como resultado de políticas públicas y estrategias público-privadas implementadas en el período 2010-2015”.
Además pusieron de relieve que “el vencimiento en los próximos años de un relevante número de patentes de drogas innovativas genera ventanas de oportunidad transitorias para avanzar en la producción de biosimilares para atender a la vez las necesidades del sistema de salud nacional e impulsar una estrategia exportadora con esquemas de transferencia Sur-Sur”.