Por Gustavo Casciotti.

Papa Noel trajo un voluminoso regalo para la vieja y conocida bicicleta financiera, que hoy, para disimular los estragos que generó en el pasado, se camufla detrás de un término extranjero: Carry trade.

Según el propio FMI, se trata de una estrategia de inversión en la que el inversor pide prestado dinero en una moneda con tasa de interés baja, como el dólar y la invierte en activos de un país con tasas más altas, obteniendo ganancias por la diferencia.

En Argentina este mecanismo ha generado un verdadero récord, la mayor ganancia en 32 años desde la convertibilidad, acumulando rendimientos superiores al 50 % en dólares. Procuró un flujo de divisas tal que ha permitido compensar el rojo de la cuenta corriente, producto del pago de importaciones, del giro de dividendos y regalías, de cuotas de capital e intereses por deudas tomadas por el sector privado con el exterior y fundamentalmente, el rojo del turismo. Un tipo de cambio atrasado que favorece que los argentinos que vacacionan en el exterior superen a los  turistas extranjeros que visitan nuestro país, con la consiguiente sangría de divisas.

Para que este “pedal” sea posible se requiere la permanencia de la  tablita cambiaria Milei-Caputo, con un ritmo de devaluación (hasta hoy 2 % mensual) inferior a la tasa de interés real en pesos y  la compresión de la brecha, esto es, el diferencial entre el tipo de cambio oficial y los financieros.

Esto ha generado tanto una demora en el pago de las importaciones como un incentivo al ingreso de exportaciones para valorarlas  financieramente en pesos, favoreciendo además la  toma de créditos en dólares, a partir de los cuales el Banco Central incrementa reservas, apalancado  por el blanqueo y la emisión de obligaciones negociables por parte de grandes empresas.

Estamos frente a un escenario donde, para muchos, todo sale bien, en tanto y en cuanto la inflación y la brecha cambiaría sigan  contenidas y la salida pretendida del cepo sea sin sobresaltos. O sea, si los planetas siguen alineados, es de prever que se sigan generando utilidades por este mecanismo. Pero claro, la apuesta, como ya ha sucedido en otras épocas de nuestra historia, no está exenta de riesgos. Un cambio de expectativas o un shock externo daría vuelta el flujo de capitales.  Los  dólares que ingresaron pretenderán salir y ante un stock  insuficiente (reservas negativas por u$s 5.000) y la sangría por servicios netos pagados al exterior,  la economía deberá corregir el tipo de cambio o recibir fondos frescos para dilatar un final cantado.