Muchas de nosotras, cada vez que salimos con una amiga, solas, al volante y de aventuras nos ponemos recurrentes con la misma broma, y decimos “dale Thelma” o “yo soy Louise”. ¿Por qué? ¿Por qué conducir sin rumbo por una carretera nos remite al suicidio de dos mujeres con pocas opciones? ¿Por qué andar con otra mujer que está más loca que nosotras y se ha pintado la boca de colorado nos recuerda a dos que se tirarán del Cañón del Colorado? ¿Por qué vinculamos el divertirnos con otra fémina a una tragedia tremenda y a la vez inevitable? Porque estamos marcadas a fuego por estereotipos. Porque nos hemos hecho cargo del cliché patriarcal: mujeres luchando contra la violencia machista termina en ruptura de las reglas, y de allí no se sale viva. “Che, mejor vayamos a pasear un rato nomás…”
De este y de todos los demás moldes que sostenemos (a sabiendas) se ríe Buenos Aires épica. Se ríe con nosotros. Se ríe y nos hace reír. Se ríe aun de que sea un varón el que escribe sobre los clichés femeninos. Y se ríe de la idea a priori de que un varón no pueda pintar el mundo de lo femenino. Claro que puede: puede hacerlo a la manera en que lo hace un varón. Pero puede.
“¿Vamos a matarnos?”, dicen alegremente. Y no coincido con el subtítulo que lo califica como absurdo, si es que entiendo el concepto de absurdo como suele usarse en el arte, en las obras que aluden a la vida o la existencia como un sinsentido. Todo aquí tiene sentido: uno inusual, pero lo tiene. Lo hubiera llamado fina ironía, quizá.
La obra tiene el estilo vertiginoso de las propuestas de Manuel Santos Iñurrieta: las actrices están casi todo el tiempo en escena, y ponen el cuerpo en una acción que se resuelve a velocidad, porque los personajes están defendiendo un espacio escénico que ocupan “con faldas y a lo loco”, diría Sabina.
Y si digo que todo tiene sentido, es porque la construcción de significados múltiple y veloz, lleva al espectador de las narices durante casi todo el tiempo que dura la pieza. Múltiple significa recursiva por un lado, ya que remite a completar lo que se ha dicho antes. E intertextual por otro, ya que conecta con sucesos históricos y con piezas del arte popular contemporáneo. Todo está allí, aun lo metatextual que alude a su mismo prólogo encarnado, que interviene en la acción.
Si tengo que elegir, lo que más me seduce como espectadora son las actuaciones. La ardua tarea de construir a estas mujeres que no se matan nada. Son estas cinco minas (las reales, las actrices Alita Núñez, Carmen Domínguez, Guillermina Miravé, Laura Giménez y Natalia Escudero) las que se han edificado una hermandad en el tablado, y allí la van a jugar hasta las últimas consecuencias, como sus personajes. Se han puesto su vestidito chemise y su batón cruzado, y han dicho “en sus marcas, listas, ya”. Por eso les ha ido tan bien. Premio Estrella de Mar a la mejor actriz marplatense para Escudero, y Premio Vilches para la obra, no son poca cosa.
Ahora fueron seleccionados para el festival regional del CPTI, y actuarán el 8 de abril en San Bernardo. Sólo falta que la vea usted, querido lector. Más de una vez, por si se perdió algo. Para afirmar que seguimos vivos, todos, aun cuando espiemos el abismo de vez en cuando.
Adriana Derosa