Por Agustina Rossi
Por primera vez en 158 años la Cámara de Diputados de la Nación será presidida por una mujer. Lejos de ser un simple dato anecdótico, estamos frente a un hecho histórico que refleja un largo camino de luchas y organización feminista por la representación equitativa de las mujeres en la política. La nueva presidenta será Cecilia Moreau, quien comenzó su militancia en el radicalismo y en 2001 fue nombrada secretaria de la Juventud Radical. En 2015 fue electa como diputada nacional por primera vez, cargo que renovó en el 2019 con el Frente de Todos.
Cuando celebramos que cada vez más mujeres ocupen cargos políticos no lo hacemos por creer que somos “virtuosas” para la política, sino porque creemos que la política mejora cuando deja de ser propiedad de unos pocos. Hoy, el Congreso de la Nación está compuesto por un 44,5% de mujeres: en la Cámara Baja hay 44,7% mujeres y 55,3% varones, según datos publicados en nuestro sitio mujeresenelpoder.org.ar.
Con Moreau se establece una línea de sucesión del Poder Legislativo de todas mujeres, con Cristina Fernández de Kirchner presidiendo la Cámara de Senadores de la Nación y Claudia Ledesma Abdala de Zamora como su presidenta provisional. Las estadísticas muestran que logramos alcanzar la paridad en el poder legislativo nacional, lo que en sí mismo es otro hito histórico. Pero nuestra reivindicación no es ni será nunca una cuestión de números. Irrumpimos en aquellos espacios históricamente vedados no para quedar atrapadas en una foto o ser la ficha que cumple un cupo, sino para debatir y construir. Irrumpimos para hacer política.
“Tengo una responsabilidad adicional por ser mujer. No se confundan, no voy a gobernar con mis hormonas, sino con mi cabeza” sostuvo Moreau, haciéndose eco de una realidad que muchos insisten en ocultar: 8 de cada 10 mujeres que ocupan cargos políticos electivos sufren violencia política por razones de género. Los estudios de ELA relevaron que frecuentemente son descalificadas; se ignoran sus trayectorias para priorizar a un varón (mucha veces con menor cargo y menor experiencia) para debatir y tomar decisiones; se las humilla y sexualiza en medios de comunicación, entre otras prácticas violentas. Si llegar es difícil, quedarse es una osadía.
No solo las presencias son importantes, sino que las ausencias también deben movilizarnos. La presidenta entrante dijo: “Hoy quedó demostrado que hay diversidad en este parlamento” y no puedo evitar cuestionar qué entendemos por diversidad. Por el momento, seguimos sumando años de exclusión de las travestis-trans en el Poder Legislativo, quienes al igual que las mujeres afro, indígenas, migrantes y con discapacidad continúan en las antípodas de la representación y el reconocimiento .
(*) Licenciada en Sociología, integrante del área de políticas del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA).