Después de un pequeño raid mediático por TV en Buenos Aires fue criticada en las redes: la acusaron de ser una “estafadora” y de “haber inventado una historia”.
“Han sido horas terribles”. Mayra Arena, la joven de 26 años cuyo impactante testimonio sobre la pobreza se viralizó luego de una charla TEDx, volvió abatida a Bahía Blanca. Después de un pequeño raid mediático por TV en Buenos Aires fue criticada en las redes, ya que le endilgaron intencionalidad política en lo que había contado sobre su infancia en el asentamiento Villa Caracol. “No quiero hablar más. Ya me volví a Bahía. Es abrumador recibir tantos comentarios llenos de odio y de resentimiento. Me siento cansada y triste. No me gusta lo que esto generó”, se excusó ante NOTICIAS. Su voz sonaba tímida, lejos de la mujer resiliente que había brillado horas ante frente a las cámaras de América.
A pesar de haber conmovido a millones de personas con su disertación, y de su exhorto a la clase media a que modifique su mirada estigmatizante sobre la pobreza, en los últimas horas, las redes sociales la acusaron de ser una “estafadora” y de “haber inventado una historia de vida con fines promocionales, y hasta políticos”. “¡Es muy claro cómo le armaron el stand up! En breve la tenemos como candidata K”, le devolvieron en Twitter a su militancia peronista.
La exposición de Mayra Arena sobre “¿Qué tienen los pobres en la cabeza?” fue vista por casi dos millones de personas en internet. Según ella misma se definió es “una chica con casi todos los estigmas que un pobre pueda tener”. “Soy hija de una madre semianalfabeta, no tengo padre, me embaracé a los 13 años de un hombre 30 años mayor, dejé la escuela y, además, soy peroncha”, declaró, a viva voz, sobre el escenario del ciclo de conferencias que la catapultó a la fama.
Arena, que hoy cuida ancianos y trabaja como depiladora mientras estudia Ciencias Políticas, nació en uno de los asentamientos más pobres de Bahía Blanca y ha surcado la miseria desde adentro. “Mi casa tenía el piso de tierra y el techo de chapa. No teníamos baño, y confieso justo ahora, que no supe hasta muy grande para qué servía el bidet”, contó entre risas. “Ser pobre es soñar que comes (…) Recién cuando empecé a ir a la escuela supe que también se podía comer a la noche, en casa nos acostabamos a las seis de la tarde para no tener ese problema”, relata.
Su testimonio fue realmente conmovedor. A mediados de marzo, había escrito en Facebook una carta extensa y cruda sobre las condiciones de pobreza y marginalidad que la atraviesan y que mostraron una determinación personal inspiradora para superar cualquier tipo de condicionamiento. “Un pobre es distinto a un marginal. Mi vieja era una mina marginal. Toda la vida vivió fuera del sistema y ahí quedará (…) Mi hermana Gisella Marisol y yo, tuvimos el beneficio de ser pobres. Cuando sos pobre, lo que te salva es la esperanza de salir de esa pobreza. Eso implica saber dónde uno está ubicado y quién es. Pero también, que hay algo más allá afuera y que uno puede alcanzarlo”.
Pero la gran ciudad terminó dándole otra cachetada. Y ella se volvió a su barrio. “Hoy mientras una minoría miserable arroja mierda y dice que yo no viví lo que viví, los vecinos de los que hablo incansablemente sufren conmigo y me apoyan a cada paso. Ya basta de salir a pedir el certificado de pobreza y darle entidad a los odiadores crónicos. La gente que me conoce está a mi lado, más firme que nunca”, respondió desde su cuenta de Facebook.
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