Por Gustavo Casciotti. 

Venimos escuchando un coro triunfalista que da cuenta que lo peor ya pasó. Que estamos en un nuevo ciclo económico y que la recesión terminó. Sin embargo esa “recuperación” es al menos tramposa.

Es fuertemente desigual. Tiene algunos ganadores y muchos perdedores.

Dentro de los primeros ubicamos a parte del agro, las empresas privatizadas de luz, gas y agua, peajes, petroleras, a la minería y  la especulación financiera.

Pero por el lado de la industria, comercio, construcción y turismo interior la situación es bastante diferente, estando sumidas en un ciclo vicioso de menor consumo,  producción y deterioro de salarios. Esto no es un tema menor si consideramos que al menos 5 de cada 10 empleos formales son generados por estas actividades

Una muestra significativa es la evolución del consumo. Según el INDEC la venta en supermercados arrojó una caída interanual en setiembre del 12.8 %, siendo el peor registro de los últimos 5 meses.

Ya para octubre las principales consultoras apuntan que el consumo masivo cayó más del 16.%, con un derrumbe acumulado del 17.5 %. Los alimentos cayeron 17 %, bebidas alcohólicas el 24 % y productos de higiene casi el 26 %. Los supermercados experimentaron caídas del 20 %, siendo en el interior del 23 %.

Esta situación se da pese a la baja de la inflación y al crecimiento de los salarios de los últimos meses, pues claro, las paritarias toman inflación ya pagada, hay  pérdida acumulada de capacidad de compra no recuperada desde la devaluación de diciembre pasado que se fue íntegramente a precios y el ingreso real disponible viene cayendo por la incidencia de los servicios  sobre los ingresos promedio. Lo que le queda al ciudadano para gastar después de pagar tarifas, transporte, expensas, alquiler, internet o celular es cada vez menos.

Por lo tanto deberíamos preguntarnos: ¿la recesión efectivamente terminó? en un marco de más desocupados, peores salarios, un consumo en picada y una producción que no despega…O se estará consolidando un modelo más desigual donde la fiesta y la celebración tienen muy pocos comensales, estando el resto debajo de la mesa sosteniéndola.