El mandatario estadounidense deambulará por el país durante algunas horas. La agenda “super apretada” no le permitirá asistir de lleno a las ¿aburridas? reuniones oficiales.

El paso de Donald Trump por nuestro país será el más corto en la historia de las visitas de los mandatarios norteamericanos, menos de 48 horas. Algunos pueden ver en esto una serie de motivaciones políticas, pero la verdad –y no es una broma- es que “el Donald” extraña su almohada y no le gusta dormir en camas de otros. Es así que hace poco canceló su viaje por Latinoamérica, se fue antes de lo pautado de Singapur, acortó su viaje a Francia, suspendió la escala en Colombia, etc. (visitó 13 países en el primer año de su mandato y apenas 7 en el segundo).

La idea original -e irreal, ¿no hay nadie que les avise como son las cosas?- del Gobierno argentino era que el Presidente de los EE.UU. se quedase cuatro días en Buenos Aires participando de los eventos del G20. Pero ya a principios de noviembre las voces del oficialismo comenzaron a deslizar que la visita se acortaría a tres, con la excusa que Trump asistiría a la asunción del nuevo presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) este sábado 1 de diciembre. Pero este miércoles –contradiciendo los bulos del oficialismo- se informó que la delegación norteamericana no sería precedida por él sino por el vicepresidente de los EE.UU. Michael R. Pence, acompañándolo –lo que tal vez es lo más significativo- la asistente, consejera e hija presidencial Ivanka Trump.

Que las relaciones del Donald con sus vecinos al sur son mejores de lo que parece lo demuestra La Orden Mexicana del Águila Azteca con que condecorará mañana Enrique Peña Nieto, el actual presidente mexicano, quien deberá irse corriendo a la asunción del sucesor aquí en Buenos Aires, a su yerno y esposo de Ivanka, Jared Kushner. Esto sería compensado con lo que apunta a ser uno de los primeros actos de Trump (viernes) a las 9 de la mañana en el Hyatt y sin dudas el que más arrulla su ego, la firma del USMCA (el nuevo acuerdo que reemplaza al NAFTA) con México y Canadá,

Más temprano de lo que el presidente Mauricio Macri deseaba (está pautado a las 7:30) el encuentro que iba a ser una cena de gala en la Quinta de Olivos, donde Juliana planeaba demostrarle a Melania lo que es el buen vestir, y tras acotarse tentativamente a una reunión bilateral a las 19:30, terminó siendo devaluado a un desayuno de no más de 45 minutos –originalmente planeado con una Angela Merkel, “enroqueada” a las 9 de la mañana-, del cual no tendremos declaraciones oficiales (aunque sí, sin dudas, un cúmulo de “filtraciones” auspiciosas de parte de nuestro gobierno).

El primer contrapunto serio de las ocho reuniones que planeaba tener el líder norteamericano, tras varias contramarchas y cancelado mientras viajaba hacia aquí desde el avión, iba a ser con Vladimir Putin (el presidente ruso) con quien habían pautado encontrarse el sábado a las 14:30, luego adelantado a las 11 de la mañana y “por ahora” cancelado -si los barcos y la tripulación ucraniana tomada prisionera por los rusos tres días atrás son liberados, tendríamos reunión- y con quien no se viera desde mediados de julio en Finlandia. Los temas que quedan pendientes: la creciente tensión militar en Crimea/Ucrania, la guerra en Siria, y porque no, los problemas legales del yanqui.

Entre todo esto, la agenda “súper apretada” que no le permitirá asistir de lleno a las –¿aburridas?- reuniones oficiales del G20 se complementa con bilaterales con la alemana, Moon Jae–in (Sur Corea) y la que tal vez sea la más interesante, con Recep Tayyyip Erdogan (Turquía) con quien está tratando de “limar asperezas” y le resulta clave en la cuestión de Crimea y el asesinato del periodista y ex espía de la CIA Jamal Khashoggi (uno pagaría por ver el cruce de miradas entre el turco y el príncipe saudita Mohammed bin Salman). Esta falta de tiempo -y la confianza- con Shinzo Abe (Japon) y Narendra Modi (India) le permitió organizar con ellos una “triateral”, y de paso hacerles “una verónica” a los devaluados líderes de la globalización Macrón, May y Trudeau.

Pero la frutilla del postre sin dudas será la cena que mantenga con el presidente chino, Xi Jinping, el primer “cara a cara” entre ambos mandatarios desde que se iniciara la “guerra comercial” a principios de abril y la última de su periplo (el “rapport” personal ente los dos mandatarios es bueno).

En principio, no se espera ningún comunicado oficial ni conferencia de prensa, lo que no significa que no habrá avances, ya que esto obedecería a la estrategia de las dos partes de poder declararse ganadores (el vuelo de regreso tras la comida, le da tiempo al norteamericano de planear la estrategia comunicacional). Cualquier cosa por encima, del permiso a los hermanos Liu para volver a suelo norteamericano, hasta –especialmente- algo que sugiera una tregua (un marco de trabajo) posponiendo la suba de tarifas del 1 de enero, sería el mejor resultado de lo que será, de no ser por el chismerío, una olvidable reunión del G20.

D.Bosch-ámbito