Por Gustavo Casciotti

Diciembre es un mes de balance. En esta oportunidad, a un año de la gestión de Javier Milei, los ejes centrales exhibidos por el Gobierno estuvieron atravesados por los éxitos, habiendo ganado en su decir el bien, la justicia y la verdad.

Deberíamos preguntarnos de qué verdad hablamos. ¿De la verdad de las redes sociales, donde el algoritmo determina qué es cierto y qué no lo es? ¿O de la que se contrasta con una realidad de la que está divorciada? ¿Y cuando hablamos de justicia, de qué justicia? ¿La que desfinancia la salud pública, reduce la cobertura de remedios, suspende los tratamientos oncológicos o licúa las jubilaciones?

Y cuando se habla del bien, entendiendo por tal el valor otorgado a una acción del individuo para fomentar lo deseable, deberíamos preguntarnos: ¿lo deseable es que gran parte de los argentinos no lleguen a fin de mes? ¿que se desfinancie la educación pública o que avance la pobreza? Se enumeran como triunfos desde la baja de la inflación (claro, teniendo como ancla el desplome del consumo y considerando que la canasta de bienes y servicios que se mide no es hoy adecuadamente representativa de lo que se consume) hasta la liberación de las calles, protocolo anti piquete mediante, con el gas pimienta como gran protagonista. También el ajuste fiscal es mostrado como logro, siendo las universidades, la obra pública, las provincias  y los jubilados las víctimas de ese superávit.

Cuando de realidad se trata, vemos un claro contraste con el discurso, ya que la actividad económica retrocede, resulta fuertemente heterogénea y desigual: con  la construcción, la industria y el comercio experimentando caídas que llegan al  20%. Donde 261.000 puestos de trabajo en unidades productivas no están más, sólo si consideramos el periodo entre noviembre y agosto,  donde la pérdida de la capacidad de compra de los trabajadores no registrados al mes de septiembre llegó al 20%, con un consumo de carne que es el peor de los últimos 28 años  y con un sector lácteo que experimenta bajas en el consumo per cápita.

Como si esto fuera poco, un aumento de la deuda pública al mes de octubre de más del 25%. Claramente este modelo transita por dos carriles, uno divino, con pocos ganadores y otro real, con muchos perdedores. Apelando a términos celestiales podríamos decir que estamos frente a un verdadero milagro, en donde muchos afectados por el ajuste celebran que están peor, considerando que la luz estará al final del túnel y donde las fuerzas del cielo necesariamente deberían alinearse con la decisión política de los mortales para construir una sociedad más justa, más equitativa y vivible para todos y no para unos pocos.