La arquitecta Juliana Lareu es parte de Superpraxis, un estudio que busca repensar y transformar las formas de relación con el medio y las diversidades humanas y no humanas. Ayer en Espacio Cova (Funes 2146), junto a un grupo de arquitectas que pusieron manos y corazón, armaron el refugio en el marco del 8M.
Lareu es egresada de la Universidad Nacional de Mar del Plata y comenzó a pensar este proyecto en plena pandemia. Allá por el 2021, en el Cerro Catedral Bariloche, se montó por primera vez este refugio fúngico que permaneció por 3 meses, resistiendo la nieve, la lluvia y el sol. Más tarde se desarmó y se trasladó a Buenos Aires, al Centro Cultural Recoleta, en el marco de la Bienal de Arte Joven en 2022. Dos años después llegó a Mar del Plata y fue armado también por arquitectas de la ciudad, en el marco del Encuentro de Mujeres Arquitectas del 8M que convocó el Colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires Distrito 9 (CAPBA 9).
“Fue una investigación que trabaja con sistemas alternativos de producción de materiales más amigables con el medio ambiente, en este caso usamos descarte de cocción de cerveza artesanal, un residuo que abunda en Mar del plata porque es una industria bastante grande, y también residuos de la industria maderera. Además, incorporamos tecnología mediante la alianza de un organismo vivo que en este caso es el micelio (la raíz de los hongos). Se trabaja en red con distintas disciplinas para pensar en el potencial de trabajar con organismos vivos.”
El micelio se alimenta del material de descarte y crece en forma de filamentos microscópicos que aglomeran las partículas del material, “creando un material super resistente a la compresión, también es muy bueno como aislante térmico y acústico, tiene la capacidad de flotar y es un material biodegradable y compostable que una vez que cumple su función en el tiempo, puede volver al medio en forma de abono para volver a dar vida, cerrando el círculo de economía circular”, contó la profesional a MdpYa.
Ahora, se investiga para determinar cuánto dura, se realizan ensayos con probetas para evaluar con datos precisos sobe su resistencia. “Se podría llegar a utilizar en la construcción con algún tipo de aislante al exterior, ya que como se mencionó, es biodegradable, si se piensa en un muro compuesto con algún revestimiento que lo proteja de la lluvia, tranquilamente se podría utilizar porque además es un muy buen regulador térmico”.
Mandale play
En el proceso de investigación y sosteniendo la idea de trabajar de manera interdisciplinaria, “nos comunicamos con un productor musical (Rodrigo Tamay) que estaba haciendo música con plantas y se sumó al proyecto, fue una experiencia increíble porque a través de sensores pudimos captar la actividad del micelio y eso se tradujo en datos matemáticos, que, con una consola o biosonificador nos trajo sonido”.
No caben dudas que hay un organismo vivo en esta alianza de materiales. La experiencia no fue sólo de investigación y construcción, sino también de sonido y de arte, porque escuchar música de lo que se crea, es una experiencia innovadora en la herramienta de investigación.
“En un comienzo pensamos que el micelio no tenia vida porque parte del proceso de producción del material es el secado de las piezas para obtener la resistencia final, pero decidimos no secarlo ni en horno ni en cámaras para reducir el consumo energético y la huella de carbono, y encontramos que el material continuaba con vida, descubrimiento que tuvimos gracias a la herramienta del sonido”.
Fotos: CAPBA 9