Beatriz Flamini es una alpinista española de 49 años que se mantuvo firme durante 509 días bajo tierra.
Resurgió de la cavidad de 70 metros de profundidad, situada en el sur de España, el pasado viernes llevando gafas de sol para protegerse la vista.
En su primer contacto con el exterior aseguró que “no quería salir hoy, me he llevado muy bien conmigo misma”. También añadió entre risas que “necesitaba una ducha”.
En el año, cuatro meses y 22 días que permaneció alejada del mundo, Beatriz no tuvo ninguna noticia del exterior, ni siquiera ninguna referencia temporal dentro de la cueva.
Es por esto que, desde que salió, la alpinista se encuentra en manos de un equipo de psicólogos y médicos que están evaluando su estado para ayudarla a volver a adaptarse al día a día.
500 días sin contacto con el exterior
A pesar de que no es la primera en vivir en una cueva durante tanto tiempo, antes de comenzar esta aventura, Beatriz decidió meter matices en su experiencia para hacerla única.
Una de esas particularidades era no contar con ninguna referencia temporal. La alpinista no sabía qué día, ni qué hora era. Los únicos aparatos tecnológicos que tenía dentro de la cueva eran una cámara con la que grabó su experiencia y un ordenador con el sistema operativo “capado”.
El ordenador contaba con un router a través del cual Beatriz solo se podía comunicar con su equipo para pedirles agua o comida cuando ella sentía que lo necesitaba.
De esta forma le llevaban la comida y le retiraban la basura mediante intercambios, aún así la alpinista no se ha cruzado con estas personas en ningún momento.
Su dieta se basaba en potitos y de vez en cuando le dejaban una pieza de fruta como, por ejemplo, un kiwi.
“El problema es que al no tener referencias temporales, no podía tener una rutina. No sabía a qué hora comer o dormir. Tampoco sabía si había pasado una hora o día y medio desde la última vez que había comido. Y no sabía si había dormido diez minutos o diez horas”, cuenta su entrenador.
Lo único que le permitía tener una aproximación del tiempo que había transcurrido era su propia menstruación.
Al no tener más referencias, el entrenador sostiene que no recibían mensajes de la alpinista cada día. El equipo de psicólogos utilizaba estos mensajes para evaluar su salud mental y tener alguna pista de cómo se encontraba.